Capítulo VII - Fiesta

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Fuimos hasta su casa y la esperé afuera para que se cambie. Vivía en un lindo lugar, por más que lo haya visto de afuera y no haya entrado. Parecía justo, pues Dee Ann había pasado por donde yo vivía varias veces y tampoco había visto mi casa desde adentro.
Estaba un poco asustada por el hecho de que nunca había ido a una fiesta, y no porque no me hayan invitado -aunque esa había sido siempre una de las causas-, sino porque nunca se me ocurrió asistir. Sólo espero pasarla bien.

Llegamos a la casa de la chica de cuarto año, que tal cual como había dicho Dee Ann, estaba pasada de copas, o quizá algo más, nadie sabrá. Nos abrió la puerta y nos saludó; definitivamente no se veía para nada bien. Su maquillaje estaba corrido, su vestido manchado y algo estirado, seguramente por algún tonto en su intento de llevarla a la cama.
Dee Ann me tomó de la mano para que no me perdiera entre la multitud, y me hizo una seña para que avanzáramos.
Pero como dice la frase: "Todo lo que avanza, tiene que parar" -oh, no, esperen, creo que me equivoqué de refrán-, pero en fin. Ambas nos detuvimos cuando Dee Ann vio a alguien. Estábamos totalmente rodeadas de gente, y como yo no conocía a nadie, no supe a dónde mirar.

-Bailemos. -dijo, intentando distraerse. Yo, como pude, traté de moverme y seguir el compás de la música; pero como nunca había bailado antes, no supe si lo hacía del todo bien.
-¿A quién viste, Dee Ann? -pregunté, subiendo el volumen de mi voz. La música no la dejaba casi escuchar.
-Mi amiga. Está ahí, con ese descerebrado. El deporte les daña el cerebro, al parecer. -exclamó, señalándose una de las sienes, y yo reí.
-No vale la pena el odio hacia alguien. Te hace infeliz. -respondí.
-Ay, Win... Ya soy infeliz.

Momentos después de decirme eso, un chico alto pasa cerca de nosotras con una gran botella de alcohol, no pude ver bien qué tipo de bebida era, pero parecía que Dee Ann la había distinguido a la perfección.
-Dame esa mierda. -le dijo, frenándolo y sacándole la botella. El chico avanzó sin discutirle; se veía muy borracho.
Le dio un largo sorbo y lanzó una carcajada. Posteriormente, me alcanzó la botella, para que yo tomara también.

-¿Qué es esto? -pregunté, tratando de ver si llevaba una etiqueta.
-¡VODKA! Pruébalo, nena, no hace daño. -gritó por el fuerte volumen de la música, mientras bailaba.

Le di un largo sorbo a la botella, sin siquiera oler lo que contenía. Hice una notable mueca de asco, al sentir el gusto fuerte a alcohol puro. Dee Ann rió, y yo también, ya que no hacía falta que me viera para darme cuenta de que mi cara había sido épica. Ambas bailamos, y tomamos de la botella entre las dos.
Además del vodka, Dee Ann y yo tomamos unas cuantas cosas más, de las cuales no supe qué eran exactamente. Sentía que las piernas se me vencían del cansancio, y los ojos se me entrecerraban, sumado a que veía algo borroso. Durante toda la fiesta, -o al menos porque estaba borracha al igual que Dee Ann, la persona con la cual había pasado tiempo estas últimas semanas- vi que no se relacionaba con mucha gente, o con nadie, sólo se la veía afligida por no tener a su ex-mejor amiga a su lado, y por ver que un pobre imbécil estaba "ocupando su lugar", como ella me había contado, en la más alta cumbre de la borrachera y la inconsciencia.

Sentía que la cabeza me iba a explotar, y quería ir a recostarme, necesitaba una buena siesta. Hice unas maniobras para buscar mi teléfono en uno de los bolsillos de mi pantalón, el cual estaba bastante ajustado, y vi la hora: la una y media de la mañana.
Me restregué los ojos para ver si podía ver mejor -por cierto, no funcionó- y traté de mantenerme en pie un poco más. Recorrí la casa en busca de Dee Ann, sosteniéndome de varios muebles que se hallaban a mi alcance; cuando escuché gritos provenientes de la cocina.

-¡OJALÁ TE MUERAS, ENTROMETIDA! ESTOY PASANDO POR UNO DE MIS MEJORES MOMENTOS, ¿ESPERAS ARRUINARME ESO TAMBIÉN? -dijo una chica, gritando, y siendo sostenida por uno de los chicos que vi el día que conocí a Dee Ann. Qué mal se veía todo.
-¿MEJORES MOMENTOS? Te cuesta aceptar que por más odio que me tengas, ese espécimen, error de la humanidad, no te puede hacer sentir ni un sólo orgasmo.
Era Dee Ann. Se estaba peleando con quien antes era su mejor amiga, y no se veía para nada bien.
-BUSCAS CONSUELO EN ESE IMBÉCIL, y cómo se te nota en la cara el dolor... Me das asco. -agregó. La chica estaba a punto de soltar un grito cuando Dee Ann me vio, se acercó a mí rápidamente con ojos un poco llorosos, diciéndome que nos iríamos a casa.

Caminamos como pudimos hasta donde ella vivía, y ambas subimos a su habitación.
-Qué desastre. -le dije, y me senté en el suelo, apoyando la espalda en su cama.
-No debí decir todo lo que dije, pero tienes que admitir que fue un discurso de la puta madre. -exclamó, dándole un sorbo a una botella de whisky que tenía en la mano, y se sentó a mi lado. Las dos reímos.
-¿Te lo sacaste? -pregunté.
-¿De qué hablas?
-Hablo de que si te sientes mejor por haberle dicho todo lo que tenías que decirle. -expliqué.
-Ah, eso... Mierda, claro que sí. -respondió, soltando una pequeña risa.
Yo sonreí. A pesar de mi dolor de cabeza, y mi nublada visión, me di cuenta de que la había pasado muy bien, y que a veces hay que soltarse, y dejar de pensar por un rato.

-¿Cómo lo haces?
-¿Qué cosa? -le pregunté.
-Pensar en todo y sobre todo, escuchar detalladamente de la manera en que tú lo haces.
Por primera vez en mi vida, me sentí halagada.
-Soy así. -le contesté. -Vivo para arruinarme la vida.
-Entonces deja de preocuparte, no pienses.
-No puedes decirle a una persona como yo que deje de preocuparse y de pensar. Simplemente no puedo dejar de hacerlo. -le expliqué.

En ese momento, sentí un gran alivio.

-Fuma conmigo. -dijo Dee Ann, y sacó un porro de su bolsillo. Lo encendió, fumó un poco, y luego me lo dio a mí.
Tosí como si fuera a escupir mi par de pulmones, y el dolor de cabeza se hizo cada vez más insoportable. Con respecto a mi vista, el triple de borrosa. Estaba drogada.

-Esto es asombroso, Deedee...

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