Un lago, inmenso pero no es bello, por el contrario, es gris y oscuro, tan y tan quieto que su quietud no parece calma, mas bien muerte; Toda la arboleda ha crecido, pero es alta, gigantesca, no tiene hojas solo ramas, ramas oscuras y ásperas, cuando miro a los lados parece esto un desierto, el mas solido y triste en los rincones de mi alma.
Ya es de noche, al menos el cielo parece despejado, la luna, ¡Ella si es perfecta! su silueta se ve reflejada en ese lago con total distorsión, justo en ese momento, un pequeño pececillo nadaba, buscando y buscando oxigeno, el escaso elemento de esas aguas, se acercaba a la orilla dando suspiros cada tanto, y al final concluyo sumergiéndose.
Reflexione asemejando a ese ser, y noté: No éramos tan diferentes. Buscábamos algo lejano, algo que no encontramos en nuestro hogar, nos debatíamos con el Hades para sobrevivir. Y estábamos en nuestros últimos momentos, allí nos hallábamos, yo lo miraba pero el no tenia el tiempo de hacerlo, la misma muerte se sorprendía, de estos seres tan insolentes que deseaban, verla relucir con su hoz en su espalda.
Para mi fortuna llego ella veloz, supuse venia por el pez, me parecía mas coherente. Sin embargo la sorpresa me invadió, ella venia por mi; No se conmovió con la escena, no sintió misericordia por quien agonizaba, le pregunte: ¿Por qué me llevas, acaso eres igual de insolente, si aun mi hora no ha llegado?
¡De Insolencia me hablas a mi! Yo baje un día de los cielos, comprendí un día lo que valía la vida, tal vez tu no lo entendiste, pero ese desgraciado pececillo sabe el valor, tanto que no se detuvo a denigrar su vida, el lucha por ella.