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Aparcó su auto en el estacionamiento y directamente se adentró al edificio. Saludó al guardia, a algunos empleados y compañeros, hasta que finalmente tomó asiento en su escritorio. Debía terminar esa mañana el informe de la comisaría para publicar esa misma tarde. El día anterior, cuál fue el último día de sus pequeñas e improvisadas vacaciones, había conseguido terminar un poco la redacción, pero lo cierto es que, aunque creyó haber acabado, no fue así. Habían muchos versos que no mostraban coherencia, el dictamen siendo más necesario de lo previsto y sin mencionar que debía haber un recorte de palabras porque había sobrepasado el límite impuesto.

—Cariño, ¿Eres bueno con los pasantes? —le preguntó Moon Soyeon, una mujer varios años mayor a él -unos ocho años quizás-. Yeonjun era su consentido decía ella.

—No realmente —le respondió inmerso en su computadora—. ¿Vendrá otro pasante?

—Aparentemente.

—Y la grandísima Soyeon no quiere encargarse de él —mencionó con ironía, ganándose la carcajada de la mujer.

—¡Aparentemente! —repitió encantada de jugar con su favorito— Por favor, Yeonjun. Prometo traerte el almuerzo por una semana. Antes me has dicho que te encantan mis fideos aglio e olio, ¿Quieres comer eso mañana?

—Soyeon, usted es todo un encanto —nuevamente el pelinegro sonó sarcástico, pero terminó suspirando al ceder ante el platillo que más le gustaba de su compañera—. Está bien, sólo me encargaré de terminar la edición del caso policial. ¿Él vendrá temprano?

—Dijeron que a las ocho.

—Ya son las ocho, noona.

—Bueno, así dijeron. Si no se equivocan, no debe tardar en venir. Sabes cómo es Seul: el tráfico es una tortura.

—Más si es en autobús, como probablemente habría de optar un joven pasante —se dió la razón él mismo—. Comprendo.

Redactando una pequeña aclaración, Yeonjun era editor en una editorial general, más específicamente Labels: El gran éxito, trabajo fijo desde que se graduó en la universidad en letras y siendo su mayor fuente de ganancias. Le parecía increíble su trabajo. Ganaba bien tras simples ediciones de texto.
Prosiguió con su trabajo los próximos diez minutos, cuáles se mantuvieron tranquilos en la oficina hasta que un individuo desconocido hizo aparición en el elevador, saludando con mucha timidez y sorprendiendo a varios de los empleados, muchos también no le dieron tanta importancia. Descifraron que era el pasante de esa ocasión: joven pelinegro con altura ideal para el basketball, cara de genio y sonrisa de ensueño.

—¡Ha llegado! —le anunció Soyeon caminando con rapidez dificultosa debido a los tacones rojos que llevaba. Yeonjun la miró perplejo de su repentina intrusión en su escritorio— Mira, lo que tienes que hacer es mostrarle la manera en la que trabajamos, explicarle la función y lo que un principiante empieza haciendo.

—De ninguna manera —se quejó Choi—, aún no he terminado el informe. ¡Noona, no te veo haciendo tu parte del trabajo! Encárgate de él si estás libre.

Ella puchereó— No estoy libre, Yeonjun. ¿No escuchaste al agrio Jeon pedirme que le lleve su café mañanero? ¡Fuera yo la criada de la oficina cuando mi trabajo es ser mensajera y receptora del noticiero! Bah... Pero ya sabes cómo es él... ¡Vamos, mi amor! Será rápido. Verás que en un santiamén luego de encaminarlo habrás terminado el informe para antes del almuerzo.

Choi suspiró hastiado y sólo terminó por asentir en lo que se ponía de pie.
Oh, desgraciado aglio e olio.

Bueno, ¿Qué más da? Confía en sus habilidades laborales, no tiene porqué preocuparse por el informe. Sin embargo, tenía la ligera ilusión de terminar antes, re editar los informes adicionales y retirarse temprano. No importa. Mientras el niño no le haga preguntas lógicas y le estrese, no le importa perder algunos minutos para caminar por la oficina.

Mamá  |  SoojunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora