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El pequeño Lreky protestó al entender que Anahy no iba a quedarse con ellos, por lo que tuvo que acompañarlo hasta que se durmiera. Cuando la familia se retiró, volvió a su rincón, pero no pudo pegar ojo. Su primera idea había sido pedirle a Brais que la llevara a casa y no hablar con los ergys. Luego había pensado en el baile y en las oportunidades que se le abrían al saber qué eran unos y qué eran los otros. Tenía planes para aquella noche, grandes planes.

Brais fue a llamarla antes de haber tomado una decisión. El mundo había cambiado de un día para otro. Se corrigió al instante. El mundo era el mismo, solo que lo veía con otros ojos.

—Antes de despedirnos, ¿crees que podrías responderme a unas preguntas?

Él cambió el peso de un pie al otro y cruzó los brazos.

—Depende. ¿Qué quieres saber?

—Las debilidades de los wises.

—No puedes jugar con eso. —Brais agitó la cabeza en negación y Anahy pensó que rechazaría su petición. Pero luego sonrió, todavía mirándola circunspecto—. Hay mucho de guerrera en ti, pero debes aprender qué batallas luchar. No todo se resume a ganar. Se paga un precio por cada victoria.

Procurando no poner los ojos en blanco por la lección gratuita, Anahy le mantuvo la mirada.

—Te aseguro que no pienso usar la información contra Calixta. Necesito saber cómo se puede herir o matar a un wise. Para poder protegerme —mintió sin pestañear.

—Los cócteles casi no tenéis defensa ante un wise. Un enfrentamiento os cuesta la vida.

La réplica fue tan brusca que Anahy se estremeció. Tragó en seco, pero no renunció a su idea.

—Los detalles, por favor —insistió.

Escuchó con atención lo que le contó Brais, sin dar señales de alterarse, a pesar de que al final hubiera preferido seguir en la ignorancia. Una pequeña parte de ella entendió por qué mantenían el virus en secreto. Si los ergys perdían no solo los dones sino su genio compasivo, el mundo podría darse por acabado. La lucha entre los sanos y los enfermos acabaría con los nulos también.

Pero lo que le habían hecho a ella no tenía justificación. Quería estar preparada esta vez, y quería su venganza.

Le hizo preguntas a Brais hasta que lo tuvo todo claro y le pidió una lección rápida sobre cómo usar su energía. Era fácil, en teoría: controlar la intensidad desde el mismo núcleo energético. Agrupar el flujo en una sola secuencia y no permitirle extenderse. Si fuera un volcán, lo suyo sería lograr que la lava saliera por la parte superior, mantenerse sólida para que en la corteza no aparecieran grietas. Llevaba más de dieciocho años a la deriva, a merced de su energía, no tenía la certeza de poder hacerlo hasta que no lo probara.

—Espero que no te siente mal, pero tengo que vendarte los ojos —dijo él después de guiarla por un laberinto de pasillos y antes de llegar a la salida.

La niebla de una mañana fría se asomaba a través de una pequeña grieta en la pared de roca que veía delante.

Anahy afirmó con la cabeza, sin protestar. Entendía sus razones y que era mejor si no podía identificar la localización .

Sintió el aire ártico cortando sus mejillas al salir y el pelo ondeando atrás. Montó detrás de Brais y procuró rodearle la cintura, operación difícil, pues su espalda era tan ancha que la obligaba a acercarse más de lo que hubiera deseado. Él conducía la moto con cuidado, al contrario de Raisa, que usaba el impulso como ingrediente en todas las facetas de la vida.

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⏰ Última actualización: May 10, 2023 ⏰

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LA CREADORA (Hielo y llamas I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora