Capítulo 4

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—¿Qué está pasando? —preguntó Raisa, la primera que se percató del incidente.

—Parece que se ha roto una lámpara de gas. —Blaze encogió los hombros, desinteresado.

Sasha sí que lo hizo. A poca distancia de donde la mesa ardía, otra luz atrajo su atención. La chica cóctel brillaba más que el fuego original, había llegado a verse translúcida. Maldijo en silencio, pensando con rapidez en qué podía hacer. Entendió al instante que la respuesta era nada. Absolutamente nada.

—Espera, aquella es... —Raisa dejó la frase en el aire, aunque no era necesario que la acabara.

Blaze también cambió el centro de su interés. La sorpresa congeló sus facciones en una mueca cómica. Debería buscar su mandíbula por el suelo, pensó Sasha, aunque reconoció que ellos reaccionaban mejor de como lo había hecho él el día que la había conocido.

—¿Quién es? —inquirió Blaze. Se removió para lograr mejor vista hasta que estuvo a punto de caerse de la silla.

—No la conozco.

—No estoy seguro, pero creo que es...

—Un cóctel —Raisa acabó la frase de Blaze en un murmullo espantado.

Sasha se mantuvo en silencio, pasando por alto su conversación.

—Está a punto de...

—Estallar —completó Blaze—. ¿Pero cómo...?

—¿Qué hace aquí? ¿De dónde ha salido?

«Me gustaría saberlo.» Sasha cerró los ojos para borrar la imagen brillante de la chica. Incluso con los párpados bajados podía ver la luz rojiza, el calor que fluía por debajo de la piel de la cóctel. Se había convertido en una bola de fuego casi al instante, lo que confirmaba su primera opinión de que no sabía cómo manejar su energía. Se preguntó cómo habría sobrevivido y cómo no la habían encontrado los Éteres.

—¡Sasha, haz algo! —espetó Raisa, pegándole en el hombro.

El aludido abrió los ojos para ver que sus amigos se habían levantado y miraban con expresiones de horror, espectadores a una obra grotesca de teatro. La gente se había alejado de la mesa en llamas y un camarero luchaba con el extintor, examinándolo como si fuera el centro de comando de una nave espacial. Era evidente que era la primera vez que tocaba uno, pensó Sasha, calculando que cuando fuese capaz de ponerlo en funcionamiento, sería demasiado tarde.

—¿Qué? —replicó en un murmullo.

Lo que podía hacer él, no podía hacerlo en un local lleno de gente. No existía solución, solo intentar disminuir los daños y dejarlos en materiales, sin pérdidas de vidas. Dudaba que fuera a quedar algo de su local preferido después de que la chica estallara.

Era la segunda vez que la veía y la segunda vez que amenazaba con quemar el lugar donde se encontraba. Salvarla empezaba a transformarse en una costumbre. ¿Y por qué hacerlo después de cómo lo había tratado? Recordó cómo lo había mirado, con desprecio. La primera mirada ofensiva que recibía desde que había nacido. Sus cualidades físicas eran evidentes. Sus ojos cambiaban de color dependiendo de qué quería lograr en un momento determinado, desde un azul profundo a un gris metálico, sus pestañas parecían postizas, y por culpa de su boca, no solo una vez, nacieron verdaderos duelos entre las hembras. La más agotadora operación que debía ejecutar para conquistar a una chica era sonreír. Le resultaba curioso y a la vez estimulante que alguien lo mirase con desprecio. Y encima, nada menos que una pobre cóctel.

En la tienda se había olvidado de lo que representaba ella, lo importante que era, porque las hormonas de macho alfa habían protestado ante tal actitud insultante. Pero en el restaurante, delante de sus amigos y los otros clientes estaba forzado a mantener la cabeza fría.

—Vamos a alejar a la gente —dijo, incorporándose—. Blaze, busca otro extintor o coge el que tiene ese inútil.

No logró ponerse en movimiento.

—Espera —intervino Raisa—. Creo que no será necesario.

El momento en que observó su gesto de repugnancia, Sasha entendió que la situación empeoraba. El calor de la parte de detrás de su cuello, la marca que cobró vida le indicó que nada se podía hacer.

Se giró hacia la escena, deseando que aquello fuera una pesadilla. Porque si no, la chica estaba perdida.


LA CREADORA (Hielo y llamas I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora