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—Es un cóctel —Raisa se inclinó sobre la mesa, susurrando el veredicto.

Sasha le evitó la mirada, prestando atención a la cucharita que hacía girar entre los dedos. La primera impresión que había tenido cuando había conocido a la chica cóctel en la tienda se agudizó al verla caminar desde la distancia hacia ellos: la conocía de algo, pero ¿de dónde? Su cabello, su modo decidido de andar como si estuviera lista para saltar sobre cualquier obstáculo, parte de sus rasgos le recordaban a alguien. Se le escapaban los detalles y eso lo frustraba. Tiró la cucharita y prestó atención a la conversación de modo vago mientras intentaba una y otra vez llamar a sus recuerdos.

—La vimos —replicó Blaze, en evidente estado de shock. Se frotó la cabeza rapada, un movimiento que hacía siempre cuando pensaba con intensidad—. Pero no es un cóctel del Éter. Y si no pertenece a Zariah o a Madelyne, ya que está en la isla, ¿qué hace aquí? ¿Cómo es que está libre?

Raisa se preparó para contestar. Su boquita, que tenía la forma de una fresa, más ancho el labio de arriba que el de abajo, se quedó abierta un instante antes de hablar.

—Madelyne no nos avisó de que hayan encontrado otro cóctel.

—Nos pone a prueba. A lo mejor es un ejercicio, quiere ver si la encontramos por nosotros mismos. O es una espía —afirmó Blaze con convicción.

Las teorías de la conspiración eran sus favoritas. En gran parte se debían a su excesiva imaginación y eran puras chorradas, pero en este caso Sasha reconoció que no le flipaba tanto la neurona superviviente.

Había optado por ocultarles su encuentro con la chica-cóctel. No podía opinar sobre su aparición en la isla, pero el escenario más probable era que había venido a estudiar. No creía en la situación que imaginaba Blaze. Conocía bien a Madelyne y sabía que no se arriesgaría a jugar con un cóctel. Eran demasiado importantes. No obstante, tampoco podía permitirse fiarse de su inocencia, no cuando su mundo era una red de mentiras disfrazada de realidad.

Alzó la mirada con el ceño fruncido para ver que Raisa tragaba saliva, intercambiando miradas con Blaze.

—Pensadlo. —Su amigo se animó, su mirada azul brilló con reflejos dorados debidos a la excitación—. No hemos visto un cóctel en mucho tiempo. Los tienen a todos, incluso han desarrollado pruebas para encontrar a los que están por nacer. Saben si los bebés van a tener la mutación desde que se hallan en estado de embrión. —Se detuvo mientras la camarera dejaba los platos en la mesa, para continuar luego mucho más convencido—. ¿Por qué otro motivo se encontraría precisamente aquí?

Raisa sacudió la cabeza con tanta fuerza que el pelo recogido en una coleta alta le pegó en las mejillas.

—No me dio la sensación de que supiera lo que hacía. Todos vimos que estuvo a punto de explotar...

«Solo le faltó hacer tic tac. Se parecía a un reloj bomba contando los últimos segundos», pensó Sasha, teniendo fresco el recuerdo. La corriente de calor la había envuelto de modo tan violento que le extrañó que los nulos no hubieran visto las chispas que crepitaban a su alrededor. Le había costado todo su control no abalanzarse sobre ella en un intento desesperado de apagarla. Aún no sabía cómo había conseguido no moverse. El terror de su mirada jamás se borraría de su mente y los escalofríos seguían recorriéndole de forma pausada el cuerpo.

—... estoy segura de que no sabe domarlo —dijo Raisa, y Sasha se percató de que se había perdido parte de la conversación—. Creo que tampoco entendió lo que le hizo Cold —comentó mirando con aversión al aludido, que estaba comiendo su postre con una expresión de placer en el rostro.

Todos ellos sabían que no se debía a lo delicioso del dulce, sino a que se había cargado con la energía de la cóctel.

—Exacto. Si no la delatamos nosotros, lo hará él —prosiguió Blaze.

LA CREADORA (Hielo y llamas I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora