⸻ act one.
she's hell,
he's the devil.
the demons see
no end to this love.
⸻ act two.
her angel eyes
saw the good
in many devils.
⦊ scream fanfic.
⦊ act one. fem!oc x stu macher & billy loomis.
⦊ act two. fem!oc x ethan landry.
⦊ puede contener len...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
capítulo doce: nueva york. ————————— ✦ —————————
Nueva York era una ciudad grande. Podías cruzarte con miles de personas en un mismo punto, y lo gracioso era que aún siendo así, siempre conocerías a alguna por amigos de los amigos de los amigos. No directamente, pero los lazos estaban invisibles echados. Robin Kushner se había criado desde pequeña en aquel lugar, y aún así seguía perdiéndose por su propio barrio.
Después de la equivocación de camino de vuelta a casa, consiguió llegar a su portería. Un hombre estaba en el interior cuando abrió la puerta del rellano, recogiendo su correo del buzón. Le dedicó una sonrisa y lo saludó, pasando hacia el ascensor. Por suerte no tenía que subir siete pisos a pie. Pulsó el botón de la planta y se recostó en una de las paredes metálicas, esperando.
Pudo deducir que algo andaba mal cuando al entrar, sus abuelos estaban esperando en el salón. Se fijó en su abuelo, que tenía los codos apoyados en sus rodillas y una de las manos cubría el puño cerrado de la otra. Su abuela, por otro lado, miraba hacia la ciudad desde el enorme ventanal.
—¿Pasa algo? —preguntó despacio la rubia. Los dos llevaron los orbes a su nieta. La joven sonreía nerviosa, pensando en si había podido hacer algo mal.
—Cariño —habló la mujer. Caminó hasta su pequeña y colocó las palmas en sus brazos, frotándolos despacio—, ¿te importa sentarte un momento con nosotros?
—¿Está todo bien?
—Sí, no te preocupes. Solo queremos hablar.
El hombre de cabello blanco observó a su mujer, como si se hubiera vuelto loca por no decirle la verdad. Las cosas no estaban bien. La chica se sentó en uno de los sillones, dejando la mochila caer entre sus piernas. Los dos más adultos se acomodaron delante suya, en el largo sofá.
—¿Recuerdas que te dijimos que tu padre estaba en la cárcel, cielo?
—Sí, claro que me acuerdo.
—Bueno, resulta que...
—Le rebajaron la condena por buen comportamiento hace ya tiempo. Lleva unas semanas fuera —comentó sin tapujos el señor. Robin parpadeó un par de veces—. Se supone que no debería salir de California, pero nunca se le ha dado demasiado bien seguir las normas. Ni si quiera recién salido de ese puñetero sitio.
—Dijimos que lo diríamos con tacto —protestó su esposa.
—¿Por qué le vas a decorar la maldita realidad? —se dirigió a la mujer. Luego miró a la joven, que pasaba los ojos de uno a otro—. Querrá ponerse en contacto contigo, Robin. No le dejes arruinarte la vida como nos la arruinó a nosotros. No le permitas entrar en ella.
—¿Por qué iba a ponerse en contacto conmigo, abuelo? Ni si quiera me conoce. No sabe cómo soy, y seguramente no quiera saber nada de mí.
La rubia agachó la cabeza, confundida. Mentiría si dijera que no quería preguntarle cosas, saber la verdad. Sus abuelos nunca le comentaron el por qué estaba en la cárcel, y cuando buscaba información sobre un tal Stuart Kushner nunca aparecía nada. Solo sabía que fuera lo que fuese que hubiera hecho, sus abuelos habían tenido que dejarlo todo atrás.
—Lo hará, Rob. Te buscará. Lo sé.
—¿Eso sería... algo malo?
—¿Cómo dices? —el hombre se había levantado y caminaba por la sala. Al escuchar la pregunta de su nieta, quedó estático.
—Bueno, quizá ha cambiado. No sé qué hizo, pero las personas pueden cambiar, y puede que él...
—Stuart nunca cambiará. Puede que esté libre ahora mismo, que haya cumplido su condena, pero se merecía haber pasado toda su vida en prisión.
—Me gustaría poder... —intentó decir la menor.
—No es un buen hombre, Robin —zanjó su abuelo. Ella agachó la vista una vez más—. No le dejes entrar a tu vida. Ahórratelo. Solo te hará sufrir como a nosotros.
— o —
Si había algo bueno de estudiar en la universidad, definitivamente eran las fiestas. Robin pasó por delante de la mesa de las bebidas con idea de coger un vaso de cualquier líquido que fuera alcohol, pero la sorpresa navegó su rostro cuando vio que no quedaba ni una sola gota. Soltó un bufido y giró sobre sus talones, haciendo un repaso panorámico de todo el lugar.
Las luces estaban apagados y todos los focos de iluminación no eran más que lámparas led con diferentes colores. Torció los labios, molesta con no tener nada para tomar. Pero entonces sus ojos encontraron a dos figuras que le salvarían la noche. Una sonrisa apareció en sus comisuras mientras iniciaba la marcha dirección a los chicos.
—¡Hola! —saludó al llegar.
—¡Pero mira quién está aquí!
Chad la recibió con una amplia sonrisa, echándole un rápido vistazo a su compañero de habitación, al que le pegó un toque amistoso con el codo. Ethan tenía un chupito en la mano que captó toda la atención de su novia. Ella lo señaló, con las cejas levantadas.
—Todo tuyo. No me gusta beber.
Robin se acercó lo suficiente para dejarle un beso en la mejilla, por el agujero de su disfraz. Iba adorable, con unos cuantos cartones haciendo el pego de robot. Decidió quedarse al lado de los dos amigos por un rato, sin tener nada mejor que hacer. La rubia y el vaquero estuvieron discutiendo al menos dos minutos enteros sobre cuál era el mejor disfraz de los dos.
—Está claro que no tienes ni idea de gustos, pero está bien, no seré yo quien rompa tus ilusiones.
—¿Cuánta gente conoces que vaya disfrazada de un puto peaky blinder, eh? Ya he visto al menos cuatro vaqueros —vaciló. Llevaba el traje, la boina y una pistola falsa. En los pies había preferido comodidad antes que elegancia y se había puesto unas vans.
—Pero ninguno es tan sexy como yo. Ese es el punto que me da la victoria.
—El suyo es más original —recalcó Ethan, refiriéndose a la más bajita.
—Tío, es tu novia. Podría ir con una bolsa de basura y seguirías votando por ella —Chad rodó los ojos. El de rizos se encogió de hombros.
—Eh, tíos —Anika apareció junto al trío. Miró de forma rápida a los tres y luego se dirigió al vaquero—. Ayuda.
—Oh, no —habló Robin. Los amigos se miraron entre ellos—. Me huele a problemas.
Caminaron tras Anika, esquivando a gente que había por el camino. Cuando la rubia asomó la cabeza por la entrada y vio a Tara dejarse arrastrar por un tío completamente borracho, supo que la cosa se pondría fea de ahí en adelante.
Y así fue. Una pelea a empujones y amenazas comenzó entre los dos más fuertes del lugar: Chad y el gilipollas. Rob se apartó a un lado junto a Ethan, no queriendo entrometerse de más. No le apetecía llevarse un puñetazo que no iba dirigido a ella. Pero por suerte, la cosa acabó rápido.
Un táser descargando corriente en las pelotas del chaval dio por finalizado el teatro.