10. the truth.

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capítulo diez:la verdad

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capítulo diez:
la verdad.
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—Espero que cuando volvamos ahí arriba habléis de una maldita vez.

Las dos amigas caminaron hacia la puerta del garaje con idea de volver a la cocina. Olivia asintió, sin querer hablar más de eso. Tenía la cabeza revuelta. Hecha un lío. La mano de Tatum se posó en el pomo, pero al girarlo, no se abría. La luz se apagó de pronto. Ambas miraron atrás.

—¡Eh, capullos! —Tate llamó a los de la fiesta. Nadie la escuchó.

—Salgamos por la puerta grande —bufó Liv, dándole al botón del portón. Bajó los pocos escalones del garaje y se acercó a la apertura que se abría. Antes de poder si quiera intentar salir, esta volvía a bajarse—. ¿Pero qué coño...?

El par de amigas torció sus cabezas para mirar atrás una vez más. A menos de cinco metros tenían una figura vestida de negro. Con una máscara de fantasma. La castaña tragó saliva inconscientemente.

—Vamos, no me jodas —gruñó Tatum. Sus piernas fueron directas a la persona desconocida—. Quítate eso. No tiene ni puta gracia. ¿Qué quieres? ¿Jugar a asesinos psicópatas?

Ghostface asintió con la cabeza. Olivia no se atrevió a reducir las distancias. Todo lo contrario que su amiga, quien estaba prácticamente dos escalones debajo de él.

—¿Podemos ser la víctimas desvalidas? No, por favor, no nos mates, Ghostface, queremos salir en el epílogo.

Su tono bromista se veía confiado. Tatum miró hacia su amiga riendo, y luego intentó pasar por el lado del asesino. La sonrisa se borró en menos de un segundo, cuando las cervezas cayeron al suelo, rompiéndose en mil pedazos, y sacó un cuchillo. Liv no podía hacer nada. Todo ocurrió demasiado rápido.

Para cuando quiso darse cuenta, Tatum ya estaba muerta. Y ella acababa de tropezar y caer al suelo. La sangre de su amiga la cubría. A sus pies, delante de sí, tenía a Ghostface, con el cuchillo manchado en su mano derecha.


— o —


—Cuidado con el toque de queda.

Stuart despedía a los invitados, quienes le agradecían por haber contado con ellos. Esperaban la siguiente. Tras la sonrisa en sus labios, se veía preocupado. Billy seguía sin aparecer. También Olivia. De esta última todavía sentía más miedo aún. Sidney llamó a sus amigas en un grito, las cuales desde que se fueron no habían vuelto.

—¿Tú sabes dónde están? —le preguntó a Macher. Él negó, con una de sus sonrisas. Mintió.

—No, no las he visto.

De la nada, Loomis apareció en la puerta de la entrada. Los dos amigos se giraron hacia el más bajito. Billy le dedicó un gesto de cejas a su compañero de crimen. Este quería pedirle explicaciones sobre qué había pasado con Liv, pero delante de Prescott era demasiado arriesgado. Si el trabajo estaba terminado y su chica no había vuelto, algo le decía que se le podría haber ido la cabeza.

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