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La academia Kimetsu sufre una gran perdida de dinero y las deudas crecen bastante rápido. Un día el presidente de Japón, Muzan Kibutsuji va a cobrar la deuda que tenía pendiente en estás, aunque no contaba con alguien.
Tamayo...
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~~~ :🛍️)¡KONI'CHIWA , SAYŌNARA DADDY II! ~~~
— Un pequeño secreto —
Él la había condenado en el momento en que entró en su vida, ese hombre al que todos en el la academia temían. No se había dado cuenta de que él era el joven al que todos temían tanto, solo que era alguien a quien nunca antes había visto en la tienda de té de su familia. Ni siquiera sabía que el joven con el que tuvo una interacción bastante agradable era el "Rey demonio" del que había oído hablar a la gente en susurros. Tampoco fue la última vez que entró en su tienda, su padre trató de decirle al joven que no era bienvenido.
La conversación que había escuchado también la había puesto ansiosa por él, pero cuando él asintió ante las palabras de su padre y se fue, se dio cuenta de que alguien tan malvado como esos cuentos descritos no se habría ido con tanta aceptación.
Ella estaba allí... Sosteniendo su mano herido. La sangre que bajaba de él. Parecía cansada, pero todavía estaba de pie intentado detener el sangrado con mano derecha. Caminó con piernas temblorosas, no le tomo mucha importancia lo que decía Muzan al respecto. Su orgullo había sido herido por aquel idiota, se maldecía a si misma una y otra vez. Ella creía que él se burlaría de ella o algo así.
Ante los ojos de aquel joven, la silueta femenina parecía tan delicada en esos momentos, parecía ser un pequeño pedazo de cristal que si en algún momento se descuidaba, se rompería en mil pedazos.
— ¿Puedes llevarme a casa, por favor? — Comentó mientras, el joven se ponía de pie.
No supo que decir a eso. Su expresión de suficiencia, su sonrisa confiada y sus ojos bermellón ya eran demasiado, sin mencionar su cercanía. Aquellos dos jóvenes estaban parados en la sala de un edificio que permitiría la entrada y salida de cualquier persona externa relacionada con el. Ya había varios jóvenes o mejor dicho guardaespaldas rodeando el lugar, no era de esperarse más de el, sus manos tomaron con suma delicadeza las mejillas de la pelinegra mientras que su dedo anular limpiaba todo rastro de sangre que había en sus labios
Sus mejillas estaban sonrojadas, no por la acción del joven, si no por lo que le había sucedido.
Quería gritar y por supuesto, matar al idiota que le había hecho eso. De un momento a otro sus lágrimas no fueron retenidas, sus ojos estaban inundados por sus lágrimas, mientras gritaba con mucha frustración. Muzan por su parte no sabía que hacer, así que lo único que podía hacer era llevarla a su casa.
— Todo ésto es tu culpa — Soltó de repente sorprendiendo al Pelinegro.
No dijo nada al respecto además, no podía simplemente ocultar las ganas de responderle, considerando que la situación no se lo permitiría.
— Claro lo que tú digas, vamos es hora de irnos.
— Hasta me pones a caminar, y lo peor es que sucedió el toque de queda. Mis padres me van a matar — Comento levantándose.
