-Espacio-

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Estaba sentado en la mesa del comedor, una mesa muy grande y amplia para las tres personas que viven ahí. Por eso Keigo prefería comer en la barra de la cocina, ahí solo nadie le molestaba, a veces los que trabajaban en la casa le hacían conversación y se divertía hablando con personas más comunes, además desde un principio les aclaro que no era como sus tíos y podían hablar con él sin problemas.

No tenía mucho tiempo viviendo ahí, había estado aplazando vivir con sus tíos desde que salió del internado. Dos años de excusas sobre viajes y opciones de universidad, se acabaron y ahora no tiene más opción que estar ahí.

Come con tranquilidad la sopa que había preparado la chef específicamente para él, aún no se acostumbra a tener que ser tan específico con lo que quiere para comer, para él no es tan importante, solo quiere que lo que coma sepa rico.

Yokumiru entra para comprobar que está ahí y no en la cocina, eso significa que su tío ya llegó. Ambos se saludan solo con un asentamiento y esperan a que Sr. Koan llegué para comer.

Después de terminar de acordar unas cosas del trabajo Yokumiru se retira, despidiendose igual que como saludo.

Keigo va a levantarse de la mesa con su plato y cubiertos, ya ha acabado de comer, justo a tiempo.

—¿Qué sentido tiene que te sientes aquí si no vas acompañarme?

Esa era la razón por la cual ese día se había sentado en el comedor. El día anterior su tía le había pedido que esperara a su tío para comer porque ella tenía asuntos que atender. Keigo sin una verdadera razón para negarse acepto, creyó que acabaría a tiempo, en realidad cuando entro Yokumiru pensó que comer tomar su plato y correr a la cocina, pero no quería ser muy obvio y parecer un tonto frente al asistente de su tío.

Keigo traga grueso permaneciendo en su asiento con las manos a los costados. Evitando hacer contacto visual, se concentra en el reflejo que puede distinguir de sí mismo en la cuchara.
Un golpe en la mesa lo hizo saltar fijando su mirada hacia la nada.

Entre risas su tío se disculpa por el susto: —Es que te veías muy distraído. Quería algo de conversación.

No quiere hacer conversación, solo pedía que acabará rápido para irse a su habitación, encerrarse y que nadie lo encuentre.

El Sr.Koan se acercó un poco, percibe como Keigo se apartaba discretamente, intentando no encogerse en su lugar, entonces Keigo sonríe suavemente de la manera más confiada que puede demostrar.

—¿Cómo te fue en la terapia? —continúo con su cena. Ahora él evitaba el contacto visual. —No muy bien por lo que veo.

—No. Tampoco es tan fácil como hablar con el terapeuta y mis problemas desaparecen —habló muy bajo.

—Espero que no solo desperdicies el tiempo Takami.

Con la forma en la que fue llamado se le cortó la respiración. Sin quererlo levanta la mirada y se topa con la mirada seria de su tío. Volvió a sonreír como antes, negando solamente con la cabeza, esperando que haya sido suficiente.

—No lo hago.

—Lo mismo va para la universidad. Se acerca el fin del semestre, supongo que tú no tienes nada de que preocuparte.

"Mis preocupaciones son otras" piensa de forma desalentadora.
—Todo está en orden.

—Bien ya termine, puedes retirarte. Gracias por acompañarme.

Con calma bien fingida, Keigo se levantó y dio un asentamiento de cabeza para retirarse. Subió con rapidez las escaleras, evitando hacer mucho ruido con sus pisadas, ya adentro de su habitación se sentó en el suelo. Miró alrededor, no le gustaba la decoración, colores muy sobrios y fríos, solamente aumentando su incomodidad.

No estaba acostumbrado a todo esto, agradecía los lujos, atención y trato especial, pero sentía que debía hacer y decir todo con mucho cuidado. Le exigían tanto a cambio de cosas que él realmente no quería ni necesitaba. Estaba bien en el internado, ahí sí era tratado como había aprendido.

Su mirada se movió por instinto a sus materiales de arte, en especifico a los botes de pintura brillante.

Podía hacerlo, podía hacer un gran mural que cubriera la incomodidad de su propia habitación, le habían dicho que podía hacer las remodelaciones que quisiera, no había algo que lo impidiera.

Metió su palma en la pintura, sintió que los pinceles no serían suficientes, extendió su mano pintada de azul, listo para marcala y luego no detenerse hasta que al fin se acostara con calma. Se detuvo a unos centímetros y retrocedió un pasó, contemplo la pared gris claro unos segundos bajando su mano lentamente.

Su teléfono suena y tiene que limpiarse la mano con el papel que había puesto en el suelo para no ensuciarlo.

Hola Hawks! Cómo te va en tu nueva casa?

Reconocería esa voz donde fuera.

—Bubaigawara. Creí que me había olvidado, no respondías mis mensaje y nunca devolviste una llamada —estaba quejándose como si hubieran pasado años, pero se trataba del amigo con el que podía ser el dramático que en realidad era.

Lo siento, he tenido unas complicaciones. Pero tú qué vas a saber eso, volviste a tu cuna de oro —menciona para molestar.

"Jaula de Oro" piensa Keigo con el sentimiento de ironía e inconformidad.

—Oro muy pesado, puedo darte un poco a cambio de que me saques de aquí —miró a su ventana, saldría por ahí, se lo ha planteado muchas veces, solo es un pequeño salto.

Me tientas. Puedo evadir cualquier sistema de seguridad, ¿pero para que? estoy seguro que puedes salir cuando quieras.

—Si, en un auto con escoltas que me siguen a todos lados, si no es así, solamente con mi tío.

Entonces el verdadero bañado en oro eres tú —la risa de su burla sono clara por la bocina.

—Hablo enserio. Si eres buen amigo, al menos por está noche. Estar aquí no es tan bueno como crees.

¡Que bueno que me adelante! —gritó emocionado a la vez que entraba por la ventana que Keigo miraba.

Suelta una carcajada de la impresión y emoción de tener a su amigo de nuevo a su lado.

—Eres un tonto, hablabas mientras te infiltrarbas, escalabas muros y desconectabas cámaras, de verdad eres peligroso.

—Quieres decir talentoso —corrigió haciendo una pose ridícula que pretendía ser gloriosa.

Keigo se hizo a un lado para que entrará y viera toda su habitación.

—Creí que exagerabas, pero desde la entrada sabía que aquí había mucho dinero —su vista se detiene en el papel arrugado en el piso. —¿Bloqueo artístico?

Keigo suspira, pero mantiene su sonrisa.
—Algo así ¿Le falta color, no crees?

Bubaigawara inclina su cabeza de un lado y luego al otro, quiere visualizar una idea en esa aburrida pared gris.

—Tu dime qué quieres pintar y lo acabamos está noche.

Entonces el cuarto ya no es asfixiante. Las risas, ademanes y propuestas bizarras de Twice expanden la habitación, y ambos vuelven a ser "el niño con el que comparte su habitación".  





Apocalypse • DabiHawks Donde viven las historias. Descúbrelo ahora