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Cada vez es más fácil despertar temprano. Comienzo a acostumbrarme a la rutina de campo.

Son apenas las siete y veinte cuando me fijo el móvil que ha podido cargarse de batería durante toda la noche. Tengo una llamada perdida de mi amiga Kelly pero decido no devolverla ya que debe estar en su quinto sueño aun.

Me levanto de la cama y voy al baño para lavarme los dientes y peinarme el cabello. Me hago una coleta alta y me quito el pijama para ponerme unas bermudas color beige y la camiseta de tiras que he lavado ayer por la mañana.

Salgo de la habitación y camino hacia la cocina con la intención de desayunar. He soñado que comía huevos revueltos con pan tostado y al momento de recordarlo, sé que debo comerlo para saciar mis ganas.

Encuentro el canasto de huevos vacíos así que salgo hacia el gallinero para ver si la gallina de mi abuela ha puesto huevos en lo que pasó de la noche. Encuentro tres y los tomo para volver a la cocina.

Rocío un poco de aceite en aerosol sobre una sartén y rompo un solo huevo para que comience a cocerse.

—Buenos días.

Me sobresalto al oír la voz de Dominic. Me doy la vuelta y lo encuentro de pie en la puerta con un cajón de remolachas y papas. Entra y la deja sobre la encimera antes de mirarme.

—Buenas. –digo, con la boca llena de pan.

La causo una sonrisa y por primera vez en día, mi corazón late más fuerte.

Y todavía sobran horas…

—¿Has desayunado ya? –le pregunto.

Él se limpia las manos y asiente con la cabeza.

—Ya lo he hecho. ¿Tú vas por ese camino aun?

Le sonrío.

—Bueno, aun es temprano. –me doy la vuelta y le agrego sal a los huevos. —Te infartarías si te dijera a qué hora estoy acostumbrada a hacerlo.

—¿En serio? ¿Es tan terrible? –pregunta detrás de mí.

Yo tomo la espátula y vuelvo a mirarlo.

—A la hora que almuerzas.

Dominic se ríe despacio, y en voz baja. Se inclina de brazos cruzados hasta apoyarse sobre la encimera, junto a la canasta que acaba de traer.

—Eres muy extravagante.

—¿Por qué? ¿Jamás te despiertas tarde? –pregunto, y él responde negando con su cabeza. —¿A qué hora despiertas todos los días?

—Seis de la mañana por costumbre, a veces antes.

Me quedo boquiabierta.

—Estamos a seis horas de diferencia de sueño. –comento con gracia.

—Cinco. –contesta. —Allí nos adelantan una hora. Pero aquí solo son cinco horas de sueño a diferencia.

»Y además es inteligente…«

Hago caso omiso a aquel comentario que se crea en mi cabeza mientras lo miro.

—¿Quieres una tostada con mantequilla de maní? –pregunto, ya que no sé que otra cosa decir.

Dominic sacude la cabeza.

—No soy fanático de esa cosa. ¿No quieres que te consiga algunas frutas para tu desayuno?

Lo miro sorprendida.

—Uhm… ¿Tal vez… Manzanas?

—Enseguida, Chica de ciudad. –me hace un guiño y luego se da la vuelta para desaparecer.

Indomable Donde viven las historias. Descúbrelo ahora