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Coloco los platos y utensilios en la mesa cubierta con un mantel de color azul cielo que mi abuela ha comprado hoy en nuestra salida al pueblo. Parece estar bordado tan delicadamente al ser tan hermoso.

Me distraigo durante unos segundos y luego sigo con los vasos. Preparo dos jarras de jugo de naranja que yo misma he buscado en los naranjos del campo y cuando salgo nuevamente al patio, el aroma de la parrilla llega a mí.

Malcom y Peter cumplen diecisiete años de imbéciles. Y por primera vez en muchos días, vamos a tener un almuerzo familiar completo.

La abuela y su madre han preparado todo. La tía no se aparece mucho por aquí, a pesar de que su casa está literalmente detrás de esta hacienda. Ella se la pasa trabajando desde la casa, por línea a la ciudad de California, donde ella y sus colegas de la universidad, manejan una imprenta de diversos diseños.

O más o menos eso es lo que me ha dicho esta mañana cuando apareció, disculpándose por no cruzarse tan seguido para este lado de la casa.

—¿Te hace falta algo? –escucho desde atrás, y sonrío.

—No, gracias Maira.

Ella coloca tazones de ensaladas mixtas en los extremos de la mesa. Ha llegado hace como media hora, y hasta ahora luce una gran sonrisa cada vez que Davon aparece.
Me parece que hay dos personas que si se la pasan bien estando aquí.

—¿Todo bien? –pregunta y vuelvo a la realidad. —Te ves tensa.

Sacudo la cabeza con mi sonrisa. —Yo... He olvidado un vaso, iré a buscarlo.

Me doy la vuelta y al entrar al salón, me cruzo con la abuela y con mi tía, llevando las últimas cosas para el almuerzo.

—Te esperamos afuera. –dice mi tía, y sigue a mi abuela por el pasillo hacia afuera.

Entro en la cocina, tomo el vaso que hace falta y vuelvo a salir, cuando todos están acomodándose alrededor de la mesa, pasándose los tazones de ensalada y de pan.

Me siento frente a Maira y Davon y los tres nos hacemos bromas mientras elegimos el corte de carne de la bandeja que está en el centro de la mesa.

Selecciono chorizo parrillero y una pieza de costilla. Mi abuela bendice y agradece los alimentos y luego comenzamos a comer. Mi plato está repleto de ensalada, ya que soy fanática de las combinaciones que pueden hacerse con las verduras y legumbres.

—Te estábamos esperando. –dice Davon de repente.

Levanto la mirada y veo a Dominic caminando hacia nosotros con una sonrisa, quitándose la gorra que ha llevado puesta toda la mañana para protegerse del tan intenso sol.

—Hay una silla junto a Lonnie, siéntate. –le dice mi abuela y coloca un plato en el lugar que le ha puesto. Junto a mí.

Trago saliva cuando él se sienta a mi lado y automáticamente, mi abuela le llena el plato con cosas que él no ha pedido.

Conozco el sentimiento.

—¿Qué estabas haciendo, Dominic? –pregunta mi tía.

—Estaba en el granero con Luna, hoy le tocaba una inyección para prevenir la tuberculosis. –responde mientras se sirve la misma ensalada que llena mi plato.

Su mirada se dirige hacia mí y mi pulso se sacude cuando me hace un guiño. El resto del almuerzo es atravesado por risas y viejas anécdotas de mi tía y mi abuela, acerca de la niñez de Malcom y Peter, cómo nacieron, cómo se enteró que serían dos y finalmente como son lo que hoy son.

Terminamos de almorzar y ayudo a mi abuela a levantar los platos, prometiendo lavarlos luego. Ella saca el pastel de la nevera y lo lleva a la mesa de afuera.
Vuelvo a sentarme junto a Dominic y el roce de nuestras manos hace que todo vuelva a parecerme difícil.

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