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—Sigues teniendo el don. —menciona Dominic y le da un trago a su cerveza. —Creí que muchas cosas de ti habían cambiado con el tiempo pero veo que esa personalidad solo estaba un poco dormida.

—¿Por qué creíste eso?

Estamos bajo el cielo nocturno estrellado, frente al fuego que he montado mientras bebemos cerveza, como lo hacíamos en el pasado. Dominic me sonríe, encogiéndose de hombros.

—Bueno, es cierto que hay cosas que te has perdido de mí, pero todo lo que conociste antes sigue estando intacto. Es solo que... Es más fácil para mí mostrarlas cuando estoy contigo. –confieso con sinceridad.

—¿De verdad?

—Claro. Sé que, haga lo que haga, desde encender fuego con dos palitos hasta emborracharme y montar un espectáculo, no vas a juzgarme.

Dominic comienza a estirar esa sonrisa que me volvió loca una y mil veces hace años atrás. El fuego chispea frente a nosotros, y comienzo a sentir el calor en mi cara.

—Dime otra cosa que me haya perdido de ti.

Muevo la botella en mi mano mientras pienso qué decirle, entonces encuentro su mirada verde y sonrío un poco avergonzada cuando lo tengo.

—Luego de nuestra noche... –noto como su sonrisa se estira cuando apenas menciono eso. —Cuando volví a casa, pasaron tres o cuatro semanas antes de que me hiciera una prueba de embarazo.

Su sonrisa se paraliza hasta desaparecer. Su mirada se enfría y su piel se pone pálida, como si de un segundo al otro le hubiera dado un paro cardíaco.

—¿Qué? –se le dificulta decir.

Y yo no puedo evitar reírme ante su cómica reacción.

—Es cierto.

—Pero... Pero, Lonnie... Me encargué de ello.

—Lo sé, y la prueba dio negativo. Pero yo era una pequeña tonta luego de su primera vez y sentí que tal vez... No sé. Lo recuerdo ahora y me parece muy divertido, pero en ese momento temí por mi vida.

—¿O sea que el resultado fue negativo?

—Si.

No parece convencido.

—¿Me lo juras?

—Oh, vale. Tengo siete niños tuyos, vendrán mañana... –respondo irónica.

—Oye, no tiene ni un gramo de gracia. –comenta. Y luego su mirada se suaviza. —¿Y si, sí?

—Y si, si... ¿qué?

—¿Qué hubiera pasado si el resultado era positivo? ¿Me lo hubieras dicho?

—No hubiera encontrado la forma porque, ya sabes...

—El teléfono. –terminamos los dos al mismo tiempo.

Ese teléfono arruinó muchas cosas. Siempre me arrepiento de no haber intentado otros medios para contactarlo, pero en aquel entonces no tenía esperanzas de recibir su respuesta.

—¿Recuerdas cómo fueron los días cuando me marché? –inquiero.

—Intento no. –responde. —Cada vez que veía a tu abuela le preguntaba si habías llamado. Y cada día que iba a la hacienda lo hacía con la esperanza de que hubieras regresado, pero nunca ocurría. Entonces dejé de ir.

Suspiro, asintiendo con la cabeza.

—Yo en cambio, no recuerdo mucho ya que todos los días parecían ser el mismo. Despertar, llorar, recostarme y volver a llorar. No sé en qué momento dejé de hacerlo.

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