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A Madara nada le emociona más que las máscaras. Las usa todo el tiempo, tiene varias para diferentes ocasiones y cuando debe tratar con ciertas personas. Según lo necesario, él toma una desde lo más oscuro de su mente y se la coloca, engañando así a cualquiera persona que no conozca su verdadero ser. Tal vez por eso eligió esa temática para celebrar un año más del éxito de su casino. Una fiesta de máscaras.

Desde la ventana de su oficina, observaba a su personal realizar los últimos detalles para que comenzara la fiesta. Él estaba perfectamente listo. Se acomodó la solapa de su fino smoking de lino en color gris claro y la corbata a juego. Miró su reloj en la mano derecha y se dio cuenta que solo faltaba media hora para que sus invitados comenzaran a llegar.

―Madara ―le llamó Nagato en cuanto entró a su respectiva oficina.

― ¿Dónde está Yahiko? ―preguntó, sin volverse a él.

―Fue por su acompañante de esta noche.

― ¿Acompañante? ―aquella revelación llamó su atención y solo así se volvió hacia Nagato ― ¿Yahiko está saliendo con una mujer?

―Sí, supongo que algo así ―respondió él, sin saber qué más decir. La relación de Yahiko con la heredera Yamanaka es algo complicada.

― ¿De quién se trata?

Mentirle y ocultarle información a Madara resultaba irrelevante. Él se las ingeniaba de cualquier modo para obtener lo necesario.

―Ino Yamanaka.

Madara se echó a reír.

―Sus gustos han mejorado. No te lo tomes a mal pero Konan fue una pérdida de tiempo. Tiene lindas tetas pero es demasiado... fastidiosa ―mencionó al recordar la conflictiva relación. 

Nagato apretó las manos que tiene detrás de su espalda. Tal vez el comportamiento de Konan no fue el más adecuado, pero tenía que reconocer que Yahiko la llevó a los límites y ella solo intentó sobrevivir. En cuanto a él, aunque aún la apreciaba y podría confesar que la seguía adorando, no podía siquiera dirigirle la palabra sin que Yahiko lo considerara un traidor. Esos mismos sentimientos ocasionaban que detestara cuando hablan mal de ella.

―Vengo a comunicarle que la señora Uchiha está aquí ―prefirió decir. No quería mencionar más detalles sobre la relación de Nagato con la rubia.

―Eso debiste comunicarme primero, idiota ―regañó con voz fría ―. No la hagas esperar, hazla pasar ―ordenó con un ademán de la mano que demostraba que estaba enojado.

Nagato salió de vuelta y ordenó a los dos hombres que ingresaran con la mujer a la que prácticamente obligaron a estar ahí. Entraron a su lugar de trabajo y sin un poco de amabilidad la cargaron para llevársela al auto. 

― ¡Suéltenme, idiotas! ―les gritó a ambos, pero ninguno le hizo caso.

―Déjenos a solas ―ordenó Madara y solo así la soltaron.

Al fin libre, Mikoto se sobó ambos brazos pues la habían lastimado. Miró a Madara con total repulsión, había sido casi secuestrada por su simple capricho.

―Te dije claramente que no pensaba asistir a tu estúpida celebración.

―Nunca dije que fuera una invitación. Fue una orden, querida Mikoto. ¿Dónde está el vestido que te dije que usarías?

― ¿Dónde más crees que está? ―cuestionó con tono burlón ―. En algún mercado de pulgas. Me dieron muy buen dinero por ello ―se jactó, simplemente para burlarse de él. 

Blue jeansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora