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El amanecer de un nuevo día se abría paso. El viento extrañamente para ser invierno no se encontraba tan frio como años anteriores, ni siquiera había nevado lo suficiente para pintar de blanco la ciudad. Era un invierno extraño en esa mañana a las vísperas de navidad.

Navidad, para muchos es sinónimo de amor, unión familiar, abrazos de buenos deseos y regalos. Para algunos, era un día más, sin ningún significado aparente más que el consumismo de impresionar con cenas y regalos ostentosos.

Para Sasuke, solo era eso, un día más. Años atrás su padre llegaba con regalos para él, su hermano mayor y su madre. Una deliciosa cena preparada por ella los acompañaba, sus familiares los visitaban y festejaban todos reunidos en su hogar donde la calidez lo abrigaba.

Pero todo era solo un espejismo y, como tal, un día se rompió dejando en pedazos lo que una vez fue una fotografía perfecta de una familia feliz. Amigos, familiares, todos se esfumaron al ver que la posición económica de ellos decaía.

Los vicios de su padre los llevaron al abismo y aunque sabía que en parte fue influencia de su tío al que odiaba de sobremanera, al final fueron las decisiones de su padre que los llevo a la decadencia. Por eso, la amargura poseía su corazón y quería contaminar lo que encontrara a su paso, sobre todo a la clase privilegiada que vivía de falsedades e hipocresía.

Abrió sus ojos con pesar y un leve dolor de cabeza lo invadió. Sintió la leve pesadez de sus gatos sobre él, con cuidado los movió hacia un lado para poder ponerse de pie. Caminó hacia su baño y se metió a darse una ducha fría para poder quitarse la somnolencia y también la leve resaca que sentía.

Al salir y caminar hacia la cocina para prepararse un café negro, vio la canasta donde la noche anterior Hinata le llevó la comida que le agradó y a su vez, lo llenó de buenos recuerdos que resultaban amargos después de tantos años. 

Caminó hacia la ventana donde se sentó en un sillón cercano, dejó su café a un lado y de un estuche sacó un cigarrillo que contenía aquella sustancia relajante. No solía fumarlo a menudo, pero en esos días, en ese día en especial lo necesitaba para relajarse.

Miró hacia al departamento de enfrente, no le costaba nada salir, rodear la alberca y llegar hacia allá con el pretexto de devolver la canasta y verla. Quería saber si se encontraba bien, no podía sacar de su mente la imagen de ella con las mejillas rojas por el llanto así como tampoco las sonrisas nerviosas que dibujaba cada que se encontraban. Si tuviera que elegir qué imagen le agradaba más de ella, en definitiva, no sería la de su último encuentro.

Se arrepintió al instante de no morderse la lengua y mantener sus palabras hirientes dentro de su cabeza. Ella no tenía la culpa de sus desgracias y menos nacer con privilegios. Tal vez cometió un error al juzgarla tan deliberadamente y sin quererlo ―o tal vez en el fondo si lo quería ― lastimar sus sentimientos.

Blue jeansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora