𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖛𝖊𝖎𝖓𝖙𝖎𝖈𝖚𝖆𝖙𝖗𝖔

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— Vamos, amor...— Me miré en el espejo del baño mientras seguía apoyada en el lavabo y suspiraba mirando la pastilla de mi mano.

Miré mi vientre todavía abultado, dolía.

Dolía el hecho de que dentro de unas horas ya no tendría nada ahí, estaría vacío.

— No puedo...— Sollocé.

— Si puedes, venga.— Acarició mi espalda.

— Vamos, renacuaja.— Animó Ferran.

Estaban todos tratando de apoyarme en este momento tan duro de perder un hijo, mi hijo.

— Allá voy.— Me llevé la pastilla a la boca y me la tragué sin ningún pudor.

Comencé a llorar.

Me sentía mal, muy mal.

— Te amo, hijo.— Murmuré acariciando mi estómago.

— Vas a estar bien.— Murmuro Pedri.

— Lo sé...

— Venga tía, de todo se sale.— Acarició mi mejilla.

Cogí a Ainara en brazos mientras seguía llorando. Al menos ella me hacía sentir una madre.

— Amor... hoy tienes una entrevista online...— Recordó Gavi.

— Lo sé, lo sé.— Suspiré.— ¿Que hora es?

— Deberías irte conectando.

— ¿Eh?— Me señaló el reloj con los labios.— ¡Mierda!

Abrí el portátil y entré a la reunión esperando a que se uniera.

Minutos después, estaba recibiendo preguntas por parte del entrevistador.

— ¿Alguna novedad con tu noviazgo con Gavi?

— Pues...— Levanté mi mano enseñando el anillo.— Estamos comprometidos.— El entrevistador se llevó las manos a la cabeza y comenzó a darme las felicidades.

— ¿Está Gavi por ahí?— Asentí mirando al sofá.

Gavi tenía en brazos a Ainara, quién se estaba durmiendo.

— Está con nuestra sobrina.— Sonreí.

— Dile que no pasa nada.— Me miró de reojo y le dije que viniera.

— Vente...

— Amooooorrr...— Se quejó.

— Que vengas...— Dije entre dientes.

Resopló y se levantó del sofá con la pequeña ojiverde.

— Hola.— Saludó con una sonrisa más falsa que yo que sé.

— Hombre, Gavi.— Saludó el señor.— ¿Esa es vuestra sobrina?— Asintió mirándola.— Ya pareces hasta su padre.— Rió.

— Si, bueno...— Escondí una pequeña sonrisa mirando mi estómago.

Era mejor reír que llorar.

Seguimos un rato más hablando con el entrevistador, hasta que ya llegó la hora de colgar y lo dejamos hasta ahí.

— Búa.— Me quejé.— Que cansada estoy...

— Pero si no has hecho na'— Contestó Pedri mientras le pegaba pequeñas palmaditas en la espalda a Ainara para sacarle los gases.

— Tú cállate.— Ordené.

La verdad, es que ya estaba mejor. Tenía que usar mis consejos contra mi.

¿𝐃𝐞 𝐯𝐞𝐫𝐝𝐚𝐝 𝐦𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐚𝐬?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora