𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖉𝖎𝖊𝖈𝖎𝖘𝖊𝖎𝖘

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— Que cabezón eres...— Le dije a Gavi mirándolo con los ojos entrecerrados.

— Gracias, es un buen cumplido por tu parte.— Rodé los ojos y volví la vista a la pantalla del ordenador de Danielle.

— ¿En serio tienes que estudiarte esa mierda?— Le señalé el ordenador y ella asintió sin dejar de escribir en el cuaderno que tenía al lado.— Joder, menos mal que yo ya tengo la vida resuelta porque si no...

— No ayudas.— Dijo mi hermano con la mirada en su móvil mientras tenía una de sus manos en la pierna de mi amiga.

— Tu a callar, que haces lo mismo que yo.

— Ahí te ha dado.— Se burló Pablo. Mi hermano le tiró un trozo de pan.— ¡Oye!

— Por imbécil.

— ¡Abi! ¡Mira lo que me ha tirado tu hermano!

— Comételo, que me he comido su trozo.— Murmuré y parece que mi hermano lo escuchó.

— ¡Dame eso!— Pedri se levantó de la silla y fue a donde Gavi para quitarle el trozo de pan, en cambio, Pablo se metió el trozo rápidamente tratando de apartar al pelinegro.

Comencé a mearme de la risa al verlos, ganándome una colleja por parte de Danielle.

— Si esto fuera un exámen práctico, ya hubiera estrellado el avión por tu culpa.

Abrí la boca indignada y me crucé de brazos.

— A tu novio no le dices nada, asquerosa.— Le saqué la lengua, me levanté de la silla y fui a donde mi novio, el cual había cogido su móvil.

Me senté en sus piernas y lo abracé por el cuello hundiendo mi rostro en este.

— ¿Que pasa?— Murmuró acariciando mi muslo.

— Nada, quiero estar así contigo.— Dejé un beso en su cuello y pude sentir como sonreía.

— ¡Hey! ¡Americana, yo también quiero!— Exclamó Pedri desde el sofá. Danielle le sacó el dedo sin dejar de mirar la pantalla del ordenador. Mi hermano se levantó y la abrazó por el cuello diciéndole algo en el oído, a lo que ella sonrió.

Me abracé más a Gavi y él dejó varios besos en mi cabeza.

Me llegó una notificación y la miré inmediatamente.

Eran las fotos de la publicidad de Calvin Klein.

La gente se había vuelto loca al verlas, y más que todo las mías y las de Gavi.

— Gav, mira.— Le enseñé el teléfono y él apagó el suyo.

— Madre mía.— Soltó una risa y yo sonreí.

Lo miré como una estúpida mientras veía su móvil o sonreía.

— ¿No te cansas de mirarme?— Soltó mirando Instagram.

— La verdad es que no.— Seguí sonriendo, él volteó y dejó un beso en mi nariz.— Pero dámelo bien.— Lo cogí de la mejilla y se apartó, levanté la ceja, luego fruncí un poco el ceño.— ¿Me acabas de hacer la cobra?

— ¿Yo? Que dices.

— Pues dame un beso.

— Ahora no quiero.

— Pues luego no vengas rogando.— Me levanté dispuesta a ir con Pedri a dramatizar, pero me agarró de la cintura hundiendo sus dedos en mi abdomen ejerciendo fuerza para atraerme hacia él.

— Que era broma, cabezona.

— No.

— Abi...— Negué con el ceño fruncido. Me dio un apretón en el culo y me sentó a horcajadas de él.— Tu sabes que siempre quiero que me des besos.— Me dio un beso en la mejilla ya que aparté mi boca.— Ahora la que me acaba de hacer la cobra eres tú.

¿𝐃𝐞 𝐯𝐞𝐫𝐝𝐚𝐝 𝐦𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐚𝐬?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora