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Yeonjun pisó el lugar que jamás en la vida creyó que iba a ir.

Habían unas paredes muy blancas con azulejos medianos, del mismo color. Una cabina donde una demacrada mujer atendía a los clientes. Los asientos vacíos y un olor peculiar que le traía pésimos recuerdos.

Se acercó a la cabina y le habló en coreano, sin darse cuenta.

—Háblame en inglés, por favor.— pidió con un mal tono la señora.

—Vengo con un turno para la doctora Lauren Kim.— respondió con el mismo tono mientras revoleaba sus ojos.

—A la derecha y sigue de largo. Está al final del pasillo.— explico cortante, volviendo a escribir en su computadora. Choi ni siquiera agradeció.

Caminó por los pasillos y por cada paso sentía su piel de gallina en sus brazos. Vamos, escuchaba a lo lejos unos cuantos gritos, vio pasar a su lado a una mamá muy cansada con su hijo pequeño que parecía tener autismo. Una joven con una fuerte anorexia nerviosa, parada sobre una balanza y mostrando su columna sobresaliente.

Yeonjun paró en seco cuando llegó a la sala.

—No... no quiero...— murmuró para si mismo, alejándose lentamente.— No estoy loco... no estoy loco...

Sin pensárselo dos veces, salió casi corriendo del hospital de salud mental y psiquiátrico. Una vez más vio a la señora con su hijo autista afuera. El niño iba por los bordes de la acera caminando mientras miraba el suelo y su madre evitaba que cayera, claro, sin tocarlo o tomarlo de los brazos.

Los flashbacks volvieron a su mente, invadiéndolo totalmente y dejándolo con un rostro que mostraba estar abrumado.

En el pasado

Yeonjun estaba aburrido en su cuarto. Ya no tenía nada que pintar, nada que leer, su padre se negaba a enseñarle matemáticas porque consideraba que su hijo era un inútil. Contrataría a alguien luego para que le enseñe matemáticas avanzadas.

Bajó con sumo silencio las escaleras y vio si su padre no estaba en la casa. Por suerte, el había salido. Se acercó a su madre y se paró junto a ella.

—Madre, estoy aburrido.— hizo un puchero.

—¿Y ese es mi problema?— lo ignoró mientras miraba una revista de moda.— Búscate un libro en la biblioteca de tu padre.

—Padre no me deja entrar ahí.— comentó con cierto temor en su voz.

—Yeonjun, ¿Me vas a dejar tranquila? No tengo tiempo para tus estupideces.— le regañó.— Vete a dormir, haz algo, no lo se. Pero que tu padre no escuche esto.

Yeonjun se fue con un semblante triste y apagado. Llegó al pasillo que guiaba a las diferentes habitaciones y entró sigilosamente a la de sus padres. Era una ley y algo sumamente prohibido en la casa que los hijos entraran al cuarto de los adultos. Debía ser justo y los adultos no debían entrar al cuarto de Choi, pero vamos, su padre abusaba de el y de su poder, por lo que el padre de Yeonjun ni modo cumpliría con la ley. Era como un dictador.

Revisó un poco en el armario. Era un cuarto enorme lleno de ropa y cajones. Los estantes con bolsas de su madre, los trajes y corbatas de su padre en una perfecta organización, las luces planas y brillantes en el techo. Yeonjun sonrió grandemente, imaginando que era el dueño de una gran tienda de ropa.

Tomó un traje de su papá y trató de ponérselo. Al escuchar la puerta principal, trató de quitárselo enseguida. Para su mala suerte, lo descoció en una manga.

Con su respiración agitada, intentó guardar la ropa. Obviamente no lo había logrado, su padre ya había entrado al cuarto, dejando su saco en una percha.

Unforgivable~ YeonjunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora