Capítulo 12 Una cita por Málaga

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Capítulo 12 Una cita por Málaga

Kelly caminó sin rumbo, tambaleándose como si estuviera en un mal sueño del que no podía despertar. La residencia, tan familiar por el día, ahora parecía un laberinto frío y desolador. Sus pies descalzos le dolían del duro suelo mientras llevaba sus zapatos en una mano y la otra se aferraba al bolso como si eso pudiera darle algo de seguridad.

No podía ir a su cuarto; Ana y Alex volverían para ser felices, pensó con envidia, y no podía estropearles la noche. Se querían, se merecían, era una historia bonita ¿verdad?. Tampoco podía ir al cuarto de Carlos... la muy ilusa había imaginado que pasaría la noche allí, acurrucada con él, sintiéndose amada y protegida. Ahora, solo pensar en esa idea hacía que su estómago se retorciera de humillación.

Where am I going? —susurró, con su voz temblando como un hilo frágil en la oscuridad.

Dio vueltas y vueltas, recorriendo los pasillos sin destino, pasando por puertas cerradas y habitaciones que parecían ajenas, aunque las conociera de memoria. Todo parecía más grande y más vacío. Finalmente, sus pasos la llevaron hasta la sala común. Estaba desierta, oscura, y la tenue luz que entraba por las ventanas no hacía nada para que se sintiera menos intimidante. Se detuvo en el umbral, dudando.

Ese maldito miedo era palpable. Cada sombra parecía más alargada, cada rincón más profundo. Pero no tenía dónde más ir. Con un suspiro tembloroso, dio un paso hacia adelante, luego otro, hasta que finalmente llegó al sofá en la esquina de la sala.

Se dejó caer en el asiento como si el peso del mundo la hubiera aplastado. Tiró los tacones al suelo y se abrazó las piernas, haciéndose un ovillo. Las lágrimas que había contenido desde que dejó las gradas comenzaron a salir, primero despacio, luego como un torrente que no podía detener.

Todo le dolía: el pecho, la garganta, el alma. El frío de la sala común la envolvía, pero era el vacío dentro de ella lo que realmente la hacía temblar. ¿Cómo había llegado a esto? Se había transformado, había cambiado, había dado todo lo que tenía... ¿y para qué? Para acabar llorando sola en una sala oscura, mientras el chico al que amaba estaba con otra.

Su cuerpo se sacudía con cada sollozo, y no hacía nada por contenerlos. En ese momento, no había orgullo, no había fuerza, solo una chica rota, abrazada a sí misma en la penumbra, llorando por un cuento de hadas que nunca había sido real.

You are an idiot... a complete idiot—murmuró entre dientes, con la voz rota y temblorosa. Se frotó las mejillas húmedas con las manos, pero las lágrimas seguían saliendo, imparables. —How did you fall in love like this? You knew this could happen! You knew it!—Su propia voz resonaba en la oscuridad de la sala, acusándola.

Se apretó más contra sí misma, como si intentara protegerse de sus propios pensamientos. —Stupid... you are so stupid —se dijo, su garganta cerrándose aún más por el llanto. —And this you want? Is this what you wanted? Being a woman? You deserve it for being crazy —La frase la golpeó con fuerza, y un nuevo torrente de lágrimas brotó de sus ojos.

Recordó con rabia cuando era Iván, cuando las cosas parecían más sencillas. Nunca había tenido que lidiar con algo así. El amor era algo lejano, menos intenso, menos doloroso. ¿Por qué ahora era todo tan complicado? ¿Por qué tenía que ser tan tonta, tan sensible, tan... frágil?

El frío la envolvía, calándole hasta los huesos, aunque sabía que era ridículo. Can you be cold in Malaga in June? pensó, casi riéndose de la absurda pregunta en medio de su tormento. Pero el aire le parecía helado, y su ropa no ayudaba. La minifalda y el top ajustado que se había puesto para Carlos eran incómodos, y ahora parecían una broma cruel. Se había esforzado tanto en verse bonita para él, en estar perfecta, y ahora todo eso no servía de nada.

La jugadora Número  10 (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora