Capítulo 11, Amarga diversión

280 7 2
                                    

Capítulo 11. Amarga diversión

¡Kelly entró en el vestuario como si acabara de ganar el mismísimo mundial! Bueno, no era el mundial, pero en ese momento se sentía igual de grandioso. Apenas puso un pie dentro, fue recibida por un estruendoso coro de gritos, aplausos y risas que rebotaban contra las paredes. Las chicas del San Rafael estaban desatadas, saltando, bailando y celebrando como si no existiera un mañana.

Se dejó caer en un banco, jadeando y sujetándose el costado. ¡Le dolía todo! Los pies, las piernas, los brazos... ¡hasta las tetas! ¿Eso se suponía que era posible? Bueno, al menos el dolor le recordaba que seguía viva después de un partido que había sido literalmente una guerra.

 ¡hasta las tetas! ¿Eso se suponía que era posible? Bueno, al menos el dolor le recordaba que seguía viva después de un partido que había sido literalmente una guerra

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¡Eso fue increíble, nenica! —gritó Ana, plantándose frente a ella y dándole una palmada en la espalda tan fuerte que casi la tira al suelo.

—¡Cuidado, tía, you hurt me! —protestó ella, entre risas y jadeos, aunque su sonrisa no desapareció ni un segundo.

Alrededor de ella, el caos reinaba. Marta, con su uniforme de portera aún empapado en ¿Cca cola?, estaba liderando un cántico improvisado que nadie entendía del todo pero que todas coreaban a gritos. Lucía, la defensora implacable, se subió a un banco con una botella de agua y empezó a lanzarla como si fuera champán, empapando a todas a su alrededor. La rubia gritó emocionada con todas, con sus chicas, estaba destrozada pero se sentía eufórica.

Oh my god, these people are crazy! —murmuró para sí misma emocionada mientras intentaba secarse algo pegajoso del pelo con una toalla.

Pero, ¿sabéis qué? No le importaba en absoluto. ¡Manda narices que había tenido que convertirse en una chica para vivir algo así! Nunca, ni en sus mejores días como jugador masculino, había experimentado la pura euforia de un vestuario celebrando un partido épico en una semifinal de un torneo importante.

Una avalancha de abrazos la sacó de sus pensamientos. Ana, Marta y otras chicas la rodearon, gritando y apretándola como si fuera un peluche.

Hey, you're going to leave me breathless! —gritó Kelly entre risas, aunque en realidad no quería que se detuvieran. Estaba agotada, sí, pero su corazón latía con tal fuerza que sentía que podría estallar de felicidad.

Cuando finalmente la dejaron libre, miró a su alrededor. Allí estaba su equipo, su familia en el fútbol, celebrando juntas como si no existiera el mundo exterior. Y, en ese grandioso instante, Kelly se permitió olvidarse de todo. No importaba lo dolorida que estuviera, ni lo que significaba su nueva vida. Por ahora, solo importaba esto: la alegría, la victoria, y el hecho de que ella era parte de algo increíble.

Se dejó caer de nuevo en el banco, con una sonrisa enorme en el rostro.

—¿Sabes qué, Ana? —dijo, casi en un susurro, mientras miraba a su hermana.

—¿Qué? —respondió Ana, con una ceja levantada.

—Ser una chica tiene sus ventajas. Esto... esto es lo mejor que me ha pasado nunca.

La jugadora Número  10 (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora