Pasado de un pecador II

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Luego de aquella velada nocturna, los días de Lee Minho se hicieron menos tortuosos, pues siempre tenia junto a él  las sonrisa tranquilizadora del rubio. Ya no importaban los golpes, los azotes, ni los encierros en el estrecho calabozo del fondo del pasillo...lo único que importaba era que se tenían el uno al otro.

Buscaban las más minima excusa para permanecer juntos, hacer los quehaceres no tan lejos del otro y apoyarse en caso de necesitarlo, pero Minho no supo que había pasado con la brillante hilera de perlas que le dedicaba el menor cada mañana, que en cambio había sido remplazada por una mueca mal formada casi imperceptible a los ojos del pelinegro.

Y claro que todo esto tenía un origen, pues Lee empezó a notar aquellos cambios después de aquella noche en el que el director del seminario había acudido a Felix por la noche para que cumpliera una penitencia por no haber lavado los pisos "bien".

Esa noche el rubio llegó a dormir pasado de las dos de la madrugada, la luz de aquella habitación compartida era limitada, pero Lee pudo ver perfectamente cómo el menor cojeaba y se metía cuidadosamente a su cama mientras pequeños quejidos y sollozos salian de su boca.

¿Tan fuerte había sido la golpiza esta vez?

Minho sintió su pecho oprimirse, pues él no podía hacer nada, ya que el guardia que hacía ronda aquella noche se había quedado específicamente en esa habitación mirando detenidamente a la cama de Felix.

A la mañana siguiente el guardia los despertó para ir a la capilla del seminario para la misa de siete. De reojo miró a Felix y notó su mejilla golpeada y unas marcas rojas que parecían dedos sobre sus muñecas... el menor no le había dirigido la mirada en lo que iba del día, si quiera le había dicho "Buenos días, Min" como ya era de costumbre.

Algo andaba mal.

Como aquella fueron más noches en las que Felix era sacado de la habitación a altas horas de la noche y regresaba con las mejillas húmedas y el cuerpo adolorido mientras temblaba en su cama haciendo su mayor esfuerzo por no llorar.

Y como si no fuera suficiente, no habían tenido lugar para hablar, a Felix lo habían separado del grupo con el que siempre hacía sus labores, grupo en el que estaba Minho, teniéndolo ahora más cerca de la zona de dirección,  como si intentaran tenerlo vigilado.

Paso al cabo de una semana y Minho se las ideó para hablar con el rubio mientras este lavaba los platos y uno de sus compañeros lo reemplazaba en su tarea.

–Lix... qué te pasa? Sabes que puedes confiar en mí... por favor dime, así podré ayudarte–El menor no le vio en ningún momento, sin embargo el pelinegro pudo notar como una lágrima bajaba por su mejilla y contestaba con voz fría y quebrada.

–Nadie puede ayudarme... nadie.

Y salía del lugar huyendo de la vista del mayor.

Tres días después Minho se hizo castigar para quedarse hasta tarde limpiando los pasillos, pues según sus cálculos esa noche el encargado del seminario llamaría a Felix... y así fue.

Vio la puerta de la oficina ser cerrada con llave por uno de los seminarista, y no dudo en correr hacia ella para escuchar qué era lo que le hacían a Felix en aquel repugnante lugar.

El pelinegro se acercó y por una pequeña abertura del marco de la puerta asomó su vista y con dificultad pudo observar como Felix era abofeteado por el director dejandolo caer al frío suelo, tal y como había sido su bienvenida a tal lugar, pero luego pudo escuchar algunas súplicas del rubio.

"No, otra vez no", "por favor señor, tenga piedad", "no me haga daño, se lo ruego"... era lo que Felix decía.

Para luego fijarse en la figura del director y notar como poco a poco este iba descendiendo el cierre de su pantalón y con una sonrisa aterradora miraba al pequeño rubio encogerse en su lugar.

Pero no pudo seguir mirando, pues uno de los seminarista lo tomó del brazo... gracias al cielo y aquel no había sido el que había cerrado la puerta... sino Chan.

Chan se preocupaba demasiado por todos los niños de ahí...

Él sabia qué era lo que le habían a Lix dentro de aquella aterradora oficina...

Pero Chan no era cómplice... Él era una víctima más...

Pues cuando él llego a ese lugar le hicieron lo mismo...

Y fue tanto el daño psicológico que le había causado, que le hicieron pensar que todo había sido su culpa, y que si no obedecía... le iría peor.

Así que calló... por miedo, temor, cobardía o como le quieran llamar... calló.

Pero no permitiría que por querer dárselas de héroe siendo tan indefenso, terminaran lastimando también a Minho... por ello lo arrastro del lugar y lo llevo a su habitación suplicandole que no hiciera nada parecido otra vez... pues podía que esa vez él no estuviera ahí para ayudarlo.

~♤~

Habían pasado dos días luego de aquella noche, y Minho sabía que aquel día sería la misma tortura... Misa, una sola comida, lavar los pisos, rezar, podar el jardín, ser golpeado sin alguna razón de peso... y que se llevaran a Felix por la noche para hacerle quien sabe que cosas.

Pero nada de eso ocurrió... sino algo peor.

El guardia como todos los días, los levantó a la misma hora, para que fueran a lavarse los dientes y corrieran a la misa, pero hacia falta un chico en la fila de Lee... volteó su vista y Felix no estaba.

El guardia lo tomó por el cuello de su camisa mirandolo amenazante.

–Dónde está el rubio?–Preguntó dejando que gotas de su saliva cayeran de forma asquerosa en el rostro del pequeño.

Con su cuerpo temblando y el miedo apoderándose de él respondió– No sé, señor.

Y era cierto... no tenía la más mínima idea de dónde podía estar Lix.

Ese día los llevaron a todos al campo, los fuertes rayos de sol quemandoles la piel sin pudor alguno eran indicios de que el verano se acercaba.

Ahí los dejarían hasta que alguno diera razón de dónde podía estar Felix... mientras los perros guardianes buscaban en el perímetro pista del rubio.

Cinco horas pasaron, cinco horas de sol intenso, horas en las que uno o dos compañeros se desmayaron por deshidratación... hasta que Felix apareció.

Lo traían prensado del cabello, sus piernas estaban llenas de sangre, su cara estaba golpeada.

Les ordenaron hacer un círculo y en el centro de este lanzaron a Felix. Desgarraron su ropa dejando su cuerpo totalmente expuesto.

–Perdónalo señor, porque no sabe lo que hace... perdónalo por intentar escapar de tu poder y misericordia.

Sí, Félix había intentado escapar.

El director tomó un balde con agua aparentemente caliente, "bendiciendola" y lanzándola al cuerpo del menor, para posteriormente sacar su propio flagrum hecho con cuero de res y algunos pequeños crucifijos de madera bien afilados... y empezar a azotarlo.

Como el primer latigazo, hubieron más fuertes... cada uno acompañado de un grito más desgarrador que el anterior por parte del rubio.

Minho no hacía nada más que cerrar los ojos con fuerza deseando que los gritos de su amigo dejaran de retumbar en su mente... y no porque no quisiera hacer algo más, sino porque Chan tenía su mano agarrada con firmeza impidiendo que fuese a ayudar a su amigo y terminara igual o peor que este por entrometerse en "los designios de Dios".

Luego de unos veinte azotes dejaron en el suelo totalmente malherido el cuerpo del menor, que respiraba con dificultad e irradiaba un tono rojo de su piel... ya no sabía si era sangre o quemaduras.

Y todo este mal lo habían hecho a un ser tan indefenso, que lo único que pedia era su libertad de vuelta, que todo lo que pedía era un poco de felicidad.

Y todo aquello tan cruel, vil y macabro, todo... en nombre de Dios.

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◇My Better Sin◇ [Minsung]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora