Capítulo 4

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Rachel

Los días en el convento pasan lentos y aburridos.

Me he cruzado con Bratt y siempre trata de sacarme conversación; lo ignoro.

Las miradas que me manda el Coronel también las ignoro aunque está empezando a molestarme.

Tenemos menos de 3 días para que le den la entrada al coronel para el “Óculos" y ya no sabemos que hacer.

—Hija— Christopher aparece frente a mi y extiende la mano, la beso

—Si, padre

Digo con voz monótona, su presencia me molesta.

—Necesito que me siga la corriente si no quiere una sanción, ok? — pregunta en un susurro y asiento — sigame

Voy tras de él y veo que entramos en una habitación.

Hay una cama, un gavetero y otras cosas más.

—Acuestate en la cama— exige, lo miro enarcando una ceja y el empieza a perder la paciencia —Acuestate en la cama, Alana.

Acato la orden acostandome boca arriba.

El se mete entre mis piernas y las separa.

Respiro erraticamente y tengo miedo de que pase lo que pienso.

Me baja la braga y se me queda mirando el coño.

Trato de cerrar las piernas pero el no me deja. Me mira con advertencia y se agacha poniendo la cara frente a mi coño.

Me besa la parte interna de mi pierna y jadeo.

Su mirada se oscurece y estrella su boca contra mi coño.

Gimo al sentir su lengua en mi botón.

Empieza a lamerme el coño de arriba hacia abajo, bajando hasta mi culo donde se queda lamiendolo.

Mi espalda deja de tocar la cama y gimo.

—Mierda nena, no sabes lo mucho que extrañé tu sabor— susurra y sollozo cuando mete su lengua dentro de mi y empieza a follarme con ella.

Lagrimas salen de mis ojos y me encantaría pararlo pero se que trabajo es trabajo.

Imagino que es otra persona la que me come el coño y empiezo a gemir como loca.

Imagino su cabello dorado como el sol recogido en un moño que agarro mientras me come completa, sus ojos avellana mirando a los míos hacen qué mis ojos se rueden.

—Ah ¡Mierda!— sollozo y su lengua sigue llevándome al punto exacto.

Mi orgasmo se acerca

— Mi Dios… amor — gimo y veo como saca su lengua lamiendome toda, adentra dos dedos dentro de mi y mis paredes se tensan.

Me corro gritando y lágrimas salen de mis ojos debido al placer.

—No es Dios quien te está comiendo nena, es Christopher Morgan.

Su voz me saca de mi imaginación y caigo en cuenta que el que me está comiendo el coño no es Ilenko sino Christopher.

Jadeo cuando se separa de mi y saca sus dedos de mi coño, se levanta acercándose tratando de besarme y lo esquivo empujándolo.

—Ya se fue el obispo, idiota— digo y me levanto agarrando las bragas y me las pongo— con su permiso, coronel

Camino hacia la puerta

—Vuelve aquí…

Es lo último que escucho ya que salgo como alma que lleva el diablo.

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Renacer (Ilenko Romanov)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora