⊱Epílogo⊰

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El día del funeral fue una de las peores cosas que tuve que vivir. La gente intentando dar palabras de consuelo, muestras de apoyo, mucha estupidez que no tenía ganas de estar aguantando. La mayoría de la ceremonia me la pasé encerrado en el baño, o en el bar, estaba más en el bar debo admitir, pero de a momentos necesitaba estar solo y que nadie me molestara, que nadie me lo recordara.

No necesitaba, me negaba, rememorar esa noche.

Una vez todo acabó Nam compró varios potes de helado, golosinas, y me llevó a casa. Lloré como un condenado en sus brazos, mientras él me abrazaba y me daba pequeñas caricias. De a tanto me metía una cucharada llena de helado en la boca, él me retaba, decía que podía ahogarme. Con más razón lo seguí haciendo. Una muerte por ahogarse por helado no sonaba mal. Era una muerte estúpida, pero al menos era deliciosa.

Luego de ese día, estuve en la cama por semanas. No podía levantarme, no quería comer, no tenía energía para absolutamente nada. Me enfermé horrible, hubo días en que la fiebre no bajaba, tuvieron que llevarme al hospital. Estuve internado casi una semana, los médicos no entendían lo que pasaba. Porque los síntomas que tenía eran compatibles con algo, pero las circunstancias hacían que eso pareciera extraño.

Nam no me dejaba solo, él creía que mi lobo había entrado en depresión por haber perdido a Kook. En parte no era mentira, pero había más partes de la historia que Nam desconocía. Supongo que el médico sabía eso, porque aprovechó la primera oportunidad que tuvo conmigo a solas para explicarme lo que me pasaba.

Me dijo que estaba sufriendo los síntomas de un lazo roto, que le parecía extraño ya que mi alfa estaba conmigo, aquí, y tenía su marca en mi cuello. Tuve que explicarle, no entrando mucho en contexto, que había conocido a mi destinado y que él había fallecido. Le pedí, casi rogué, que no le dijera nada a Nam, porque él no sería nada estúpido y empezaría a atar cabos.

Que yo sepa, no dijo nada. Me dieron varios medicamentos, me recompuse un poco, y volví a casa. Nam empezó a tener demasiado cuidado conmigo, porque si bien había salido del hospital, aún me sentía estúpidamente débil. Salía antes del trabajo por mí, trabajaba menos horas por mí, se la pasaba en la casa por mí. Se encargaba de cada cosa que tenía yo que hacer. Desde vestirme, hasta comer, incluso ducharme. 

Al principio no me quejé, no podía en realidad. Porque no tenía fuerzas, con suerte podía respirar por mi propia cuenta. Luego me sentí mal conmigo mismo, porque si bien podía hacer las cosas por mi propia cuenta, no tenía energías para hacerlo.

Estuve un año entre mejorar y empeorar. Había días en los que estaba completamente bien, y otros en los que me hundía  en un poso depresivo del cual después me costaba salir. Y ahí siempre estaba Nam, a mi lado, para tenderme una mano, para darme apoyo, para ser mí sostén.

A veces cuando lo miraba a los ojos lo podía ver a él, a Kook, al tonto de Kook. Como un maldito recordatorio de lo que fuimos, de lo que hicimos, de lo que no pudimos ser. A veces, solo a veces, pensaba en hacer lo que él hizo, acabar todo, no despedirme y desaparecer. Así de fácil, así de sencillo. Algo sin vuelta atrás, algo sin retorno, pero era algo que  acabaría con todo el dolor que estaba sintiendo. 

¿Pero qué ganaba con eso? ¿Causar más dolor, más sufrimiento? ¿De qué servía, de todas formas? Si él ya no volvería, no podía traerlo de vuelta. Se había ido y ya no había nada más que hacer.

Así que simplemente, de vez en cuando, me encargaba de ir a donde estaba sepultado, para visitarlo, para hablarle, para pedirle disculpas. A veces solo me quedaba ahí y observaba su lápida por horas, otras lloraba y rasgaba la tierra con el corazón siendo apretado con dolor, y otras solo le sonreía, como si en verdad estuviese ahí, como si nunca se hubiese ido.

Justamente esa era uno de los días donde iría a verlo. En ese entonces no sabía cómo terminaría, porque cada vez que me presentaba ahí las emociones me azotaban de una forma distinta. Así que me levanté de la cama, me cepille los dientes, me bañé, desayuné y fui al cementerio. Tenía algo que decirle, aunque sinceramente no podría escucharlo.

Nam trabajaba así que fui a pie, la mañana estaba linda para hacerlo. Me detuve en una florería y compré un ramo de tulipanes, nunca supe por qué, pero eran sus flores favoritas. Un par de minutos caminando y llegué ahí. Caminé entre el resto de las lápidas del lugar hasta encontrar la suya, sabía el recorrido de memoria, siempre lo supe.

Me senté en frente, me tomé mi tiempo queriendo buscar las palabras correctas, estaba nervioso como si lo tuviese en verdad al frente, era horrible. Inhalé profundo, sacando el aire en un suspiro luego. Clavé los ojos en su nombre, y una pequeña sonrisa apareció en mis labios.

“No sé cómo decirte esto, ni siquiera es como si estuvieses vivo como para escucharlo realmente, pero me siento en la obligación de decírtelo aun así. Kook, te he querido demasiado toda mi vida, nunca te lo demostré como quisiste que lo hiciera, pero aun así te amé, pequeño tonto. Y es así como te amé, que ahora necesito irme. No me hace bien estar aferrado a tu recuerdo, no me hace bien venir todo el tiempo aquí. 

>>No quiere decir que ya no lo vuelva a hacer, pero necesito distanciarme, alejarme como nunca pude hacerlo. Porque necesito un respiro, necesito estar bien. Si estuvieras aquí ahora, ¿podrías decirme cuando estuvimos bien? No recuerdo una sola vez en la que no haya sentido miedo por lo que los demás dijeran, por lo que tú pudieras decir o hacer.  Nunca dejé de tener miedo de lo que éramos, de lo que somos, porque era inmundo, era algo prohibido, era algo que no podía ser y aun así lo intentaste, tuviste el valor que yo no tuve. Para ti era fácil, pero a mí me costaba un infierno. 

>>Y es por eso que ahora yo te digo adiós, como tú lo hiciste esa vez. Vendré de nuevo algún día, pero no será pronto. Así que simplemente por ahora, Kook, mi lindo bebé, mi alfa. Por ahora te digo adiós”

Impuro ⊱kootete⊰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora