⊱8 Cap⊰

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Puede que las cosas las siguientes semanas hayan estado algo tensas. Evitaba ver muy directamente a los ojos Nam, porque cada que lo hacía por lo cabeza cruzaban las palabras que me dijo el tonto de Kook, lo que hicimos, lo que pasó, el caos. El estúpido caos.

Y, aunque me hubiese gustado que las cosas hubieran terminando esa noche, lamentablemente no lo hicieron. El tonto me buscaba, el tonto me provocaba, el tonto me persuadía. Y más tonto era yo al caer ante lo que él hacía. Cada que Nam trabaja por horas, cada que salía de la casa. Carajo, ya no me atrevía ni a estar cerca del alfa el cual fue mi pareja por años, por la vergüenza y el asco, más asco que vergüenza. Asco por lo que hice, asco por lo que le seguía haciendo, asco por no repudiar la situación, asco por meterme en algo tan horrible.

Para el colmo, Kook cada vez era más insistente, cada vez peleaba más con Nam, cada vez sabía menos controlarlo. Él quería que todos lo supieran, él quería mandar todo a la mierda. Yo no podía, no podía sacar eso que oculté por años a la luz. Era inmundo, demasiado incorrecto. Nadie podía saberlo, nadie además de nosotros dos. Y no, no podía permitirle que revelara algo como eso.

De todas formas, él ya iría a la universidad. Conocería nueva gente, haría nuevos amigos. Incluso podría conocer a otro omega y enamorarse de alguien que si pueda corresponderle. Dejarme atrás y avanzar con su vida. Eso se merecía, no vivir escondido en las sombras, con algo difícil de corresponder. Se merecía más, y yo jamás podría darle algo más.

Recuerdo que una noche discutimos, fueron gritos, cosas volando y rompiéndose. Nam estaba en la casa, estaba en su estudio terminando algo de trabajo. En ese entonces agradecí que trabajara con música, porque así no podría escuchar el desastre de abajo.

Kook me reclamaba, gritando, casi llorando, él por qué no podíamos. Por qué no podíamos si ya era mayor, por qué no podíamos si yo ya no podía ver a Nam como antes, por qué no podíamos con todo lo que nos había pasado. Simplemente le dije que no podíamos, que no estaba bien, que no era correcto. Que lo nuestro no podía ser, ni ahora ni nunca. Porque algo más nos ataba, porque nuestro vínculo iba más allá ser simplemente destinados.

Refutó, gruñó, rompió varias cosas. Pero no cedí a nada, incluso si verlo así me dolía, incluso si me encontraba hipando y llorando. No podía, simplemente no podía ceder. Mantuve esa postura por años, no iba a cambiar de opinión. Carajo, él era mi bebé. No podía estar con... él. No con Kook, no con mi bebé.

Me dijo una y otra vez que me arrepentiría, que cambie de postura o en verdad me arrepentiría. No lo hice, me mantuve firme por más que por dentro me estuviera rompiendo en mil pedazos. Y se quedó parado ahí, con la respiración agitada, los nudillos rotos y lágrimas silenciosas recurriendo su rostro. Me miró por lo que parecía ser una eternidad, en sus ojos se notaba la derrota y lo roto que estaba, y por un instante, pude ver en ellos una pequeña despedida.

Se dio media vuelta y desapareció por las escaleras, se escuchó un portazo, y luego de eso no supe de él el resto de la noche. Limpié el desastre, hice la cena, e incluso preparando su plato favorito no salió de su habitación. Quise creer que se le pasaría, que todo estaba bien. Me mentalicé en eso y fui a llamar a Nam para comer.

Cenamos, limpiamos y fuimos a la cama. Vimos una película, nos acurrucamos juntitos debajo de las mantas. Era lindo, un ambiente pacífico. Quise sumergirme en eso, en esa paz que hace meses no sentía. Quería sacar la incomodidad de mi cuerpo, el malestar de mi boca, los sentimientos encontrados. Así que solo me fundí en la calidez del cuerpo a mi lado, y me centré en la película y el ambiente que se había creado. No sé cuándo, no sé en qué momento, pero me quedé dormido.

Soñé con una familia feliz, sin el drama de los destinados, sin todo el embrollo de los destinados, solamente los tres siendo una familia bonita. Pero en un momento todo se tornó turbio, horrible, asqueroso. Sangre en todos lados, no supe de quien venía, pero me sentía angustiado. Mi corazón acelerado, una ansiedad inquietante invadiendo mi cuerpo. Sentí una desconexión, en un murmullo escuché un adiós y unas disculpas. Y luego mi lobo, con un dolor desgarrador, aulló como nunca antes lo había escuchado.

Impuro ⊱kootete⊰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora