En el tren

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Las tardes de Buenos Aires tienen ese qué se yo... como dice la canción. Los trenes también tienen cierto qué sé yo. Para María, tienen la comodidad de poder escribir, leer o hasta dibujar. Lo mejor de todo es que el que ella se toma, en el horario en que se lo toma, le permite conseguir lugar casi siempre. ¿Es necesario escapar de la realidad cuando tiene aire acondicionado, un asiento cómodo, una ventanilla que le ofrece los más bellos paisajes urbanos y hasta la posibilidad de recostar la cabeza esas tardes en que le gana el sueño? Tal vez, no, pero para ella es inevitable. Lo único que complica las cosas es ese violinista de cabello largo rubio, barbudo, ropas andrajosas, un parlante y un violín que siempre toca temas que casualmente a María no le gustan. A ella no le molesta ni la facha ni el violín sino el hecho subjetivo de que jamás, sin lugar a error, este hombre ha tocado un tema que a ella le haya gustado. Eso la enerva, pero no puede decir nada porque el hombre tampoco pregunta qué tema quiere escuchar la gente.

María tampoco sería la mejor para elegir qué temas tocar a los pasajeros si estuviese en ese lugar. Le gustan temas que a casi nadie le gustan y, de tener amor por el violín, los tocaría hasta aprendérselos bien y se presentaría en un tren a presumir su atrevimiento. No puede culpar al violinista, aunque sí puede intentar abstraerse de la realidad o rogarle a Dios que ya termine con su concierto y se vaya. Por fin, el hombre termina su recital y ella le da una propina a pesar de todo. El hombre se va a otro vagón y ella puede seguir escuchando música con sus auriculares.

La música la remonta a ese día en que, mientras se tomaba un café con medialunas, se encontró con Salvador, un chico que le rompió el corazón en la secundaria. No hace falta tener trece años para que te rompan el corazón en la secundaria. Con diecisiete, uno lo tiene todavía lo suficientemente tierno como para que se lo atraviesen del todo con el sable de la indiferencia. Pero Salvador volvió por otra oportunidad. Otra oportunidad. Algo que a ella nunca le dieron.

Con treinta y dos años, novios y amores no correspondidos no le faltaron. Lo que sí le faltaron fueron segundas oportunidades de esos a quienes hirió sin querer por culpa de su ingenuidad, por no comprenderlos desde su mirada fantasiosa, por pensar que cierto tipo de chico jamás se fijaría en alguien como ella. Eso incluye a Salvador. Después de él, siguieron otros tantos. María podría hacer una lista de amores no correspondidos, amores fallidos y luego abrazarse con todas sus fuerzas a su enamorado actual.

Esteban no es perfecto, pero ella lo ama, él la ama a ella y están comprometidos. Por este motivo, ella tiene tanta confianza en él como para contarle sobre este encuentro con aquel individuo.

Justo cuando está por tomar el celular para hablarle, el tren se detiene en medio de las vías. No está ubicado en una estación como para que la gente pueda bajar. Solo está allí. Se escuchan unas sirenas. Es imposible saber qué pasa, pero al cabo de unos minutos, que parecen horas, se empieza a correr el rumor de que una chica se tiró a las vías. El instinto de morbo de María le hace levantarse de su asiento para ver si logra ver algo, pero algo le dice que mejor es no saber. Más bien, se pone a pensar en lo que habrá llevado a la persona a tomar una decisión tan drástica. Le da pena la gente que toma esas decisiones y se siente un poco identificada ya que no faltaron momentos en que deseó saltar frente a un vehículo por no encontrarle sentido a la vida. Tal vez, a esa persona le rompieron el corazón cuando se sentía más vulnerable que nunca. Cuando lo entregó con una mezcla de confianza y miedo, y la otra persona no solo no lo supo cuidar sino hizo todo lo contrario. Ahí, dan ganas de saltar frente a un vehículo para que se termine todo el sufrimiento. Bueno, puede haber muchas otras razones para saltar frente a un tren, pero a María le cuesta un poco imaginar uno más válido. Si hubiese sido amiga de aquella persona, le habría dado un abrazo muy grande. ¿Y qué habrá pasado con sus amigos, pareja, familia? Estarían sufriendo como locos... claro, si es que esa persona tiene a alguien que la quiera o que sabe que está ahí.

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