De guerreros y villanos

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Un príncipe azul no sabe que es un príncipe azul. De todos modos, vamos a decir que eso ya no existe. Entonces ¿qué es Esteban? Es un tipo común. Bueno, eso depende de lo que nosotros queramos considerar común. Hoy en día, eso es difícil de definir. Por eso, mejor diremos cómo es este hombre al que la cámara enfoca contra toda expectativa. ¿Esperaban un tipo alto, de pelo rubio, abdomen firme y ojos azules? Pues no. La cámara enfoca a un hombre vestido de negro como si fuera miembro de una banda de rock metálico, cabello azabache largo recogido en una coleta, estatura mediana a baja, un tatuaje en el hombro y una pequeña cicatriz en la frente que tiene desde su juventud. Parece de treinta y cinco, pero ya tiene cuarenta y está saliendo del local de instrumentos que fundó con su hermano y con el cual le va muy bien.

Pero no se dejen llevar por su apariencia. Esteban parece un tipo rudo, pero por dentro es un hombre que se preocupa por los que ama, de corazón comprometido con una mujer atípica y cuya música favorita es el metal... el metal cristiano. Lo escucha a todo volumen mientras conduce su auto de kilometraje medio que, en algún momento, fue cero kilómetros.

A pocos minutos de recorrer las calles, se encuentra con un desvío que hace que las calles cercanas queden totalmente congestionadas. Le dan ganas de unirse a la orquesta de bocinas y al coro de insultos que suena por causa de los retrasos que este desvío ocasiona, pero decide respirar profundamente y comienza a tamborilear el tema que escucha poniendo los dedos alrededor del volante.

Él solía ser un tipo malhumorado que se dejaba llevar por el momento y era capaz de bajarse del coche para pelear verbal y físicamente ante una provocación, pero ahora ya no. Prefiere respirar profundo, conducir con cuidado y llegar a casa sano y salvo.

Ahora vive cerca de la casa de su prometida, quien consiguió un trabajo en la capital y, a causa de eso dejó Córdoba. Se fue por él. Ahora viven mucho más cerca, lo que les permite proyectar mejor una vida juntos. Él quiere vivir con ella ya, aunque a la vez le da un poco de miedo que las cosas cambien en la convivencia. Conoce cosas de ella que le gustan y cosas que no. ¿Podrá vivir con ellas todos los días? ¿Y ella? ¿Soportará sus defectos? Escuchó demasiado que uno debe quedarse con quien se enamore de sus defectos. La idea parece demasiado romántica, aunque algo de sentido tiene porque algunos de los defectos de María, no le molestan. ¿Sentirá ella lo mismo?

Piensa en esas cosas mientras espera que se despeje un poco la calle, aunque comienza a percatarse de que lleva unos cuantos minutos sin poder llegar a la ruta. Ahora se empieza a poner nervioso.

Encima, recibe un mensaje de María un poco raro. Al parecer, se juntó con un chico que le gustaba en su adolescencia. Ella tiene un poco eso de querer tener buena onda con todo el mundo y, con buena onda, se refiere a llevarse bien y conversar de vez en cuando. En eso, son muy diferentes. Tal vez, es cosa de la naturaleza masculina, pero él no le da cabida a la gente que no hizo en su vida otra cosa que traerle dolores de cabeza. O de corazón. Hoy ya no tiene quince años, ni veinte ni treinta. No le interesa llevarse bien con gente que lo hizo sufrir ni tampoco los culpa. Cada persona tiene su rollo, sus historias, sus heridas y desde ellas hace lo que puede. Aun así, eso no significa que todos tengan que ser amigos y hacer como si pudiesen soportar ciertas cosas.

Salvador se llama. Quiere volver a conquistarla. Ahora que es grande y superó el temor al qué dirán, o comprendió que la gente no es solo una cosa sino que tiene sus complejidades, comprende que María no es la que él pensó y quiere conocer a la verdadera. Sin embargo, no sabe que "la verdadera" que él busca ya no existe. ¿Será capaz de hurgar en el pasado hasta conectar con lo poco que queda de ella y lograr que le dé una oportunidad?

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