Cuando aún me estaba acostumbrando a aquella habitación que de ahora en adelante sería mía, admirando el precioso tocador de ébano y las pesadas cortinas que enmarcaban las ventanas, llamaron a la puerta.
—Adelante —dije.
La puerta se abrió y entraron dos chicas que parecían un poco mayores que yo. Vestían igual que las personas que me habían dado la bienvenida. Debían ser las chicas a las que Mihael había hecho llamar.
—Disculpe la intromisión, señorita —dijo una de ellas, la que parecía la mayor de las dos—, pero el señor nos ha ordenado que vengamos de inmediato a presentarnos. Yo soy Ileana.
—Y yo soy Soare, señorita. —La otra también se presentó, esbozando una cálida sonrisa—. Desde hoy seremos sus doncellas personales así que pídanos todo lo que necesite. Estamos a su entera disposición. —Ambas hicieron una reverencia que hizo revolverse sus moños morenos.
Durante unos segundos, me quedé atónita intentando asimilar lo que estaba pasando. Mihael iba en serio con eso de convertirme en una noble. Estaba encantada y a la vez sorprendida. Había tantas cosas a las que me tenía que acostumbrar que demasiadas novedades seguidas empezaban a abrumarme. Tenía delante a esas dos chicas, que ahora harían lo que les pidiera, pero no sabía bien qué pedirles. Tenía dos opciones: fingir que sabía lo que hacía o admitir que no tenía ni idea de lo que suponía tener unas doncellas a mi disposición. Opté por ser sincera.
—La verdad es que es la primera vez que tengo criadas y no sé muy bien qué pediros. —Miré con cierta vergüenza la alfombra del suelo.
—Lo primero de todo podría ser un buen baño —sugirió Soare, risueña—. Después de un viaje tan largo, lo mejor para relajarse una vez se ha llegado a casa es un buen baño. Seguro que le sienta bien, señorita.
—Supongo que tienes razón. Un baño no estaría mal.
Soare se marchó a preparar el agua caliente mientras yo me quedé con Ileana que se había ido a buscar entre mis cosas la ropa para cuando saliera del baño.
—¿Cuál prefiere, señorita? ¿El blanco o el verde? —Me enseñó dos de los camisones que había comprado.
Al principio, Ileana me ponía de los nervios. A diferencia de su hermana, era muy seria y parecía que el enfado era su estado natural. Ni siquiera la veía sonreír. Y, en más de una ocasión, por culpa de esa actitud, me costaba confiar en ella.
—El verde mejor.
En ese momento, me di cuenta de que los nobles llevaban sus privilegios en ocasiones demasiado lejos. Cuando entramos en el baño, Ileana comenzó a desnudarme y ella misma fue la que me ayudó a bañarme. Ya sabía bañarme sola, llevaba trece años haciéndolo, pero me sabía mal decirle que no. Era muy incómodo que alguien más se encargara de mis baños, pero si era lo que se consideraba normal, me tenía que acostumbrar al hacer de los nobles. Ya sabes, si vas a Roma, haz como los romanos, supongo. A pesar de mi incomodidad, Soare tenía razón. Después del baño, con la ropa limpia y ya en la cama, me sentía mucho mejor. Aquella iba a ser mi casa de ahora en adelante. ¡Aquello era real! No más harina, no más quejas, no más obligaciones sin sentido. Ahora esa era mi vida: baños calientes, ropa bonita, criadas y estudio. Había salido ganando con el cambio.
—Mañana quiero que me enseñéis el castillo —les ordené, ya arropada en la cama, cuando se disponían a marcharse.
—Claro, señorita —contestó Ileana—. Le pediremos permiso al conde y mañana le enseñaremos todo.
Al día siguiente me desperté con muchas ganas de explorar. Quería saber qué es lo que se escondía detrás de cada una de las puertas del castillo así que salté de la cama y me puse a mirar en mis armarios cuál de mis vestidos podría ponerme. En ese momento, las puertas se abrieron y mis dos criadas me miraron con sorpresa al no verme en la cama.
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El precio de la inmortalidad (#PGP2024)
Wampiry«Me llamo Contessa... Contessa Blaire. Y esta es mi historia». La vida de una panadera del siglo XV no es fácil y menos si tiene ambiciones inalcanzables para su estatus social. Pero, para Contessa, todo cambia cuando conoce a un misterioso hombre q...