Esa misma tarde estábamos en la Casa del Senado, era igual a las que había en Temiscira, pero con menos presupuesto; un semicírculo de asientos dispuestos en una serie de gradas orientados hacia un estrado con un podio y dos sillas para los pretores. Todos discutían sobre el ataque. Amadeus dio una descripción de la persona que me atacó y lo señaló como el posible perpetrador.
Miré a los lados, que estaban llenos de varios testigos que fueron llevados al senado para dar testimonio, entre ellos, la tal Hazel. Al parecer eso no era común, pero por lo que me dijo Amadeus mientras íbamos a ese lugar, parece que la situación lo ameritaba.
—¡Tú y esa chica los han traído aquí!— gritó un hombre joven que estaba en los asientos de arriba, señalando al chico pelirrojo y a la chica castaña que estaba a su lado.
—¿Nosotros? —gritó molesto. Su cara se puso tan roja como su cabello— ¡Estábamos huyendo, intentó matarnos!
—C'est vrai, la fille noire nous a trouvés et nous a sauvés —defendió la chica castaña.
Yo la observé con interés.
—Aun así, los atrajeron aquí —se quejó uno de los senadores, desde el estrado.
—¡Pelamos contra ellos, junto a ustedes! —argumentó el pelirrojo.
—Pero eso no quitas que los pudieron haber seguido. Lo que me lleva a Jackson y a sus amigos —dijo uno de los senadores con una voz tensa.
Amadeus carraspeó.
—Ellos son de fiar. Son buenas personas —comentó.
—El hecho de que tú lo digas no vuelve una realidad. Son desconocidos. El que seas hijo de un antiguo pretor no significa que puedas estar metiendo a la gente a diestra y siniestra al campamento o la ciudad, no tienes voto aquí —dictó una senadora.
Fruncí el ceño, miré a Amadeus, quien bajo un poco la mirada. Volví a mirar al frente, la senadora que parecía mayor se puso de pie.
—Recibirán su debido castigo, por violar las reglas del campamento —dijo ella.
Yo me puse de pie.
—¡Eso no es justo! — grité. Amadeus intentó callarme con una mano, pero se la golpeé—. No hemos hecho nada malo, esos chicos quisieron ayudarlos, al igual que nosotros.
—Nosotros somos la autoridad. Nosotros decidimos.
—Pues yo digo que es una mierda —Amadeus lucía mortificado—. Si castigan a las personas que quieren ayudarlos por seguir reglas antiguas, digo que son unos idiotas. De donde vengo, eso no es justicia. Solo imponen su autoridad, sin importar si es justa o no, son unos dictadores. Se supone que los dioses crearon a las personas para ser justas, fuertes y apasionadas. ¡Debería darles vergüenza! —les grité. Amadeus me sujetó y me obligó a sentarme.
Varios de los senadores tenían la cara roja de ira, pero un chico con rasgos asiáticos, que parecía estar calmado, se inclinó un poco hacia adelante. Me miró con algo que yo identifiqué como interés.
—¿De dónde vienes? —preguntó.
—Mi madre es Hylla, la reina de las Amazonas, hija de Bellona. Vengo de Temsicira—inflé mi pecho, con orgullo.
Hubo murmullos, y varios me veían con ojos muy abiertos de impresión, otros parecían no saber si creerme o no, pero la mayoría me veía con... ¿Lastimas? Escuché a alguien murmurar: "Pobrecillo, seguro lo tenían como un esclavo", luego a alguien que dijo: "Probablemente es un mimado". Arrugué la cara, indignado por lo que oía.
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Artemis: Semidioses Y Espíritus (1) [Editado]
FantasyEn una isla habitada por excepcionales mujeres, mejor conocidas como las Amazonas, cubren bajo su protección a un joven que no conoce su origen, y que un día despierta su interés por el mundo exterior cuando conoce al fabuloso hijo de Percy Jackson...