Capítulo 9: Videollamada con el enemigo. [Editado]

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Abrí los ojos abruptamente y me senté en la camilla, buscando aire. Amadeus y Thorum, que estaban recostados de una pared, brincaron del susto.

—Ok, tranquilo —dijo la enfermera, dándome palmadas en la espalda.

—¿Para que fue eso? —la miré.

Ella bajó su mirada, iba a reprocharle, pero me fijé en lo que veía; mis manos emanaban un ligero brillo dorado.

—Ya está —la oí decir.

Apreté mis puños y el brillo se hizo un poco más fuerte.

—Bien, ¿ahora qué? —dijo Thorum.

—Voy a contactar al Campamento Júpiter. Es posible que sean atacados otra vez —respondió Amadeus.

Unas horas después, yo estaba en mi laboratorio, poniéndole la Armadura que diseñé a Evandia, quien se veía algo decaída.

Tomé una de las lanzas que yo había diseñado, le apunté directo a uno de los brazos.

—¿Estás seguro que va a funcionar? — preguntó ella, preocupada.

No respondí, apreté la lanza y esta liberó un rayo láser, desde su punta de acero, que llegó hasta la extremidad de Evandia. El rayo fue reducido cuando unos pequeños hexágonos aparecieron justo en la zona de impacto, que no permitieron que el brazo sufriera daños.

—Funcionó —sonreí.

Ahora bien, debo tener al menos 100 de estas armaduras listas.

—¿Cuántas construiste? —me preguntó.

—Hasta ahora solo hay 20, los demás son prototipos —respondí rascándome la nuca.

Le di instrucciones de como quitársela y salí de mi laboratorio. No sin antes agarrar un pequeño cilindro que estaba sobre una mesita.

Llegué a un cuarto gigante; había pantallas en las esquinas, que estaban sobre mandos, llenos de botones. El lugar tenía un tono completamente grisáceo en las paredes. Había una pequeña fuente en el centro y unas ventanas, justo detrás, que reflejaban la luz y provocaba un arcoíris muy grande en la fuente. Kinzie estaba en una de los mandos. Amadeus estaba frente a la fuente. Me paré a su lado.

—¿Qué ha pasado contigo? —Su voz estaba muy seria—, no te he visto desde que te devolvieron tus poderes...

—Tengo algo para ti —lo interrumpí.

Le extendí el pequeño cilindro, que tenía el tamaño y grosor de un lápiz. Él lo tomó, confundido.

—¿Qué es esto? —dijo mientras examinaba el cilindro.

—Aprieta el botón —dije.

El apretó el pequeño botón que estaba en uno de los costados; el cilindro creció y aumentó un poco su grosor, terminó por convertirse en un tridente de cinco puntas. Amadeus sonreía encantado.

—¡Oh, sí! —Dijo observando el tridente con fascinación—. Es casi como la espada de mi padre... ¡Definitivamente voy a presumir esto!

—Esto no es solo un tridente, dale la vuelta e imagina que el agua se doblega ante ti —instruí.

El me miró de nuevo, pero no hizo ninguna pregunta. Cuando empezó a girarlo, el agua de la fuente empezó a flotar. Un pequeño flujo salió disparado y empezó a girar alrededor de Amadeus, quien abrió la boca impresionado.

—¿Cómo lo hiciste? — chilló emocionado.

—Magia —me encogí de hombros—. Lo hice hace un año, después de oír historias sobre el dios Poseidón. Jugué a que yo era él.

Artemis: Semidioses Y Espíritus (1)  [Editado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora