La fiesta

179 39 9
                                    

Entonces Olivia comenzó a dormir por las noches con el pequeño Harry. Su intención siempre fue que él estuviera dentro de la cuna junto a la cama, pero cuando el niño despertaba por la noche y comenzaba a llorar de frío o hambre, ella se dio cuenta que lo que necesitaba era el apego de una madre; ella no lo era, pero decidió tomar el papel en nombre de su hermana.

Los días comenzaron a transcurrir de forma maravillosa para esta madre voluntaria. Nunca había imaginado que un ser tan pequeño pudiera hacerla tan feliz, al punto de llenar tantos vacíos dentro de ella. De repente lo abrazaba y le susurraba al oído que ahora ya nunca podría dejarlo. Aunque tuviera que arrodillarse ante el conde, para pedirle que no la apartara de él, no permitiría una separación. Inclusive estaba dispuesta a secuestrarlo. Él nunca lo cuidaría como ella y como Lilly hubiera querido. Por su parte, el niño la miraba embelesado, como solo los ojos de un hijo saben mirar a una madre. Olivia no tenía noción de esto, pues nunca había sido madre, sin embargo, los gestos de Harry la colmaban de dicha, haciéndole pensar que no necesitaba nada más en el mundo para ser feliz.

Mary Dalton al ver cómo crecía el vínculo entre tía y sobrino, se sintió más que satisfecha, puesto que esto convenía a sus planes. ¿Qué hombre que deseara el bien de su hijo, iba a ser capaz de expulsar a la mujer que hacía feliz al niño? Ella estaba segura de que ahora tendría a lord Barrington en el bolsillo, es decir, ya no correrían peligro de ser expulsadas de Clandon Park.

—No sé por cuánto tiempo más podré continuar visitándote Katlyn. Todo ha cambiado en casa.

—No entiendo, Magnus. Estás viudo. Ya no existe impedimento para que podamos estar juntos.

—Mi suegra y mi cuñada.

—¿Esa suegra que te pide dinero continuamente?

—Fue el último deseo de Lilly.

—¡Tú no la amabas, Magnus!

—Le debo respeto.

Katlyn se acercó a él haciendo un delicioso puchero con sus rosados labios. Sabía de sobra que él no podía resistirse a eso.

—Entonces, ¿cuándo podremos casarnos?

Una nube se despejó de pronto dentro de la cabeza de Magnus, y se apartó de ella sin delicadeza.

—¿Casarnos? Creo que eso no entraba en nuestro acuerdo, querida.

—Es normal cuando dos personas llevan tanto tiempo juntas, ¿no?

—Si quisiera casarme con una zorra, quizás, pero este no es el caso.

La mano de Katlyn azotó sonoramente el rostro de Magnus.

—¡Eres uno de esos machos llenos de prejuicios a la hora de buscar esposa, pero no vacilas en llevarte a cualquiera a tu cama, siempre que esté dispuesta!

—Tú lo estabas, ¿no?

A pesar de la humillación, Katlyn no soltó ni una sola lágrima, en cambio, dijo:

—Creo que te gusta tu cuñada. Eso debe ser, por eso ya no me quieres a tu lado.

—Para asegurar eso, primero tendrías que conocerla.

—¿Qué quieres decir?

—¡Oh, nada!

—Ya comenzaste. No guardes silencio ahora.

—Bueno. Ella... Ella no es muy agraciada que digamos.

Las sonoras carcajadas de Katlyn no se hicieron esperar. No podía parar de reír, y por primera vez, Magnus advirtió que su amante era bastante vulgar. Ella quiso abrazarlo, pero él se hizo a un lado con un gesto de desagrado.

—¿Qué ocurre? Lo que me acabas de contar es muy gracioso.

—Mi comentario no tuvo por objetivo tu risa, Kat. Solo intentaba explicarte por qué mi cuñada no me interesa.

—Entonces, es cierto que no me dejas por otra.

—Te dejo por mi hijo. No quiero que haya una mancha sobre mi, que ponga en riesgo mi tutela.

—¡Eres un Lord, no te lo pueden quitar!

—La señorita Dalton, lo que no tiene en atractivo lo tiene en carácter y podría hacer un gran escándalo si se entera de lo nuestro.

—Entonces, es un adiós.

—Sí.

Katlin le dio la espalda para que no viera que lloraba por él.

—Adiós —dijo, con voz queda.

—Adiós.

Olivia, arriba de su nube de felicidad, apenas se dio cuenta del ir y venir de gente en la mansión cuando comenzaron los preparativos para la fiesta, sin embargo, nunca se le ocurrió pensar en algo indebido, o ilícito, por decir lo menos. Tanto movimiento solo lo atribuyó a quehaceres comunes que se realizaban cada cierto tiempo en una casa tan grande como aquella. Entonces los arreglos para la gran fiesta de Mary Dalton, pasaron sin que la hija les diera mayor importancia y por ende diera voz de alarma.

Por fin llegó el día tan esperado por Mary Dalton. Los carruajes comenzaron a llegar: algunos eran de alquiler y otros lucían los blasones de la casa a la que pertenecían. En ellos venía gente que jamás había puesto un pie en Clandon Park, pero que siempre había tenido mucha curiosidad por saber cómo vivía su "vecino" lord Barrington, conde de Surrey. Ahora por fin tendrían la ocasión de conocerlo, y por cierto no faltaban las jóvenes casaderas, que obviamente estaban enteradas de su reciente cambio de estatus.

Cuando se hizo evidente que algo estaba ocurriendo afuera de la mansión, Olivia se asomó por la ventana de su habitación. Quedó estupefacta al ver aquella cantidad de carruajes en la explanada que antecedía a la casa. Se cubrió la boca con la mano para no gritar. Acto seguido, cogió un chal y después de asegurarse de que el pequeño Harry dormía, salió con prisa en dirección a la escalera.

Insoportablemente enamoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora