𝟶𝟻

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Su cabeza dolía, sus ojos ardían y su espalda empapada en sangre y tierra eran una tortura. Las lágrimas no paraban de brotar, se sentía encerrado aún cuando la extensión de aquel bosque era demasiada. Se encontraba sentado frente a un pequeño estanque, se veía sucio, lleno de basura tirada por todos los que por ahí acamparon una vez.

Ya no veía su reflejo, no había más que suciedad, algas podridas y el hedor a muerto. El paisaje era siniestro pero calmado. Como pudo se arrastró hasta tomar una piedra considerablemente pesada. Desató su cordón e hizo un nudo que lo atase correctamente a ella. Sentía los lentos latidos de su corazón y el pitido incesante en sus tímpanos.

Las lágrimas no dejaban de brotar, no quería, pero ya no se reconocía, ya no era él. Para ese punto su única pregunta era "¿Quién soy verdaderamente?"

Miró una última vez a su alrededor, solo sombras y árboles meciéndose de forma lúgubre, como rindiéndole honor a aquel momento en el que desaparecería del plano terrenal.

¡Plap!

El bosque guardó silencio por un momento.

Pasos apresurados en dirección al lugar se hicieron presentes, la respiración irregular parecía desesperada.

El individuo que llegó en ese momento, sin dudar saltó al lago con un clavado impecable.

Un minuto.

Dos minutos.

Finalmente varias burbujas se hicieron presentes y algo salió a la superficie. Con dificultad el chico cargaba al otro ya inconsciente. Lo llevó a la orilla y empezó a darle reanimación. Después de varios minutos pareció funcionar y el de cabello blanco tosió varias veces agua; abrió los ojos para encontrar a su salvador con el ceño fruncido y varias lágrimas cayendo sin disimulo alguno.

—¿Gon?

Recibió una cachetada.

Killua finalmente conectó todos los puntos y cabizbajo no volvió a abrir la boca. Entonces no lo había conseguido.

—¡Imbécil!— esta vez su mano en forma de puño impactó con fuerza contra el suelo, creando un pequeño hoyo en el lugar.

Tomó entre sus brazos a su novio y sin resistir volvió a perder la consciencia en los brazos de Gon.

El amor de ambos jamás iba a curar la magnitud de sus heridas, era una tortura para él. Que ingenuo fue Gon al pensar que Killua estaría mejor junto a él.

—Hermano, que gran sorpresa tenerte en mi humilde residencia— saludó con falsedad el mayor de los dos, Killua sonreía como siempre, una sonrisa pulcra y burlona

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—Hermano, que gran sorpresa tenerte en mi humilde residencia— saludó con falsedad el mayor de los dos, Killua sonreía como siempre, una sonrisa pulcra y burlona.

—Hola, parece que no has seguido la dieta que te recomendé hace días, estás mucho más gordo y feo— tomó asiento en el aterciopelado sofá, este era el punto clave para que su plan tuviera éxito. Gon escuchaba todo desde el micrófono que le había implantado al Zoldyck.

𝗔 𝗠𝗔𝗧𝗧𝗘𝗥 𝗢𝗙 𝗣𝗘𝗥𝗦𝗣𝗘𝗖𝗧𝗜𝗩𝗘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora