Encontrando una mascota

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Ray caminaba tranquilamente con sus piernas largas, en dirección hacia al instituto, pero su rostro se mostraba más hostil de lo normal, con las cejas fruncidas y la mandíbula apretada. La noche anterior, su padre estuvo discutiendo con él, sobre ir al extranjero.

Sí se fuera, tendría que dejar todo lo conocido atrás.

Con solo recordar la conversación, su humor empeoraba al igual que su expresión. El clima comenzaba a hacer frío, paso una mano por su cabello oscuro que estaba un poco encrespado, para después acomodar su bufanda, que combinada con el abrigo grueso que traía sobre su uniforme escolar.

Mas, a medio camino, sintió una mirada fija y penetrante, sin notar que un par de ojos dorados brillantes y feroces, lo miraban a la distancia... Revelando en esos orbes dorados una luz peligrosa.

Al pasar por la entrada del instituto, escuchaba el bullicio típico de los estudiantes.

A pocos metros de llegar a su salón, algo lo detuvo.

—Rayyy~

Al escuchar esa voz animada, detuvo sus pasos, girando su cabeza ligeramente en la dirección de donde provenía, mirando al chico animado llegar junto a él.

Llevando una sonrisa entusiasta, su abrigo estaba abierto y su camisa se notaba algo arrugada, pareciendo algo agitado.

—Eres demasiado molesto.

Exclamó de forma hostil y directa, con sus ojos marrones fríos sobre el niño, que a penas llegaba a la altura de su hombro.

Taylor, noto su actitud y calmo su entusiasmo, soltando un suspiro, pasando su mano por su cabello negro despeinado, intentando hacerlo ver más ordenado.

—Buenos días para ti también Ray. ¿Sucedió algo?

Comentó Taylor, de forma más tranquila mirando con una leve sonrisa al chico más alto.

Ray no dijo nada, solo prosiguió su camino hacia el aula de clases, seguido de cerca por el otro.

El mal humor del chico de la bufanda era evidente, al momento de entrar por la puerta del salón todos los ruidos de la clase se silenciaron por completo,  algunos aguantaron la respiración.

Ray fue directamente a su asiento, quitándose el abrigo, pero a penas se sentó, una mano sostenía frente a su rostro un barra de chocolate blanco, levantando la mirada con fastidio, encontrandose con el joven sonriente.

Él tenía un gusto especial por los chocolates blancos y las mentas, esto lo había descubierto Taylor por casualidad y era él único que lo sabía; Acostumbrandose a llevar esos dulces en su mochila, y se los daba a Ray cuando lo veía de peor humor de lo usual.

Ray tomo el chocolate y lo mastico de forma lenta, disipando lentamente su molestia.

—¿Desde cuándo llevas esto?

Interrogó, con una ceja levanta.

Taylor era a la unica persona que le recibía dulces, pero no sabía desde cuándo esté hacia esta  clase de cosas por él, al principio le desagradaba pero finalmente termino acostumbrado.

Al escuchar la pregunta del otro, Taylor sintió como el calor subir por sus orejas, y desvió un poco la mirada.

—No pienses mucho en ello viejo, yo lo compre hoy.

Dijo el más bajó, tan animo como siempre, intentando disimular un poco su vergüenza.

Ray noto su reacción pero no le tomo mucha importancia.

Las clases transcurrieron de forma tranquila y aburrida hasta la tarde.

Ray salió del aula de clases sin dejar ni su sombra. Taylor quiso ir tras él pero luego pensó que sería mejor dejarle su espacio, no quería hacerlo sentir sofocado.

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