𝗦𝗜𝗡 𝗠𝗜𝗘𝗗𝗢

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- Por favor, ven a mí... - Obito estiró los brazos hacia ti. No se atrevió a dar ni medio paso adelante, temiendo que cumplieras su amenaza.

Estabas de pie en la azotea de un edificio alto, con las luces parpadeando debajo y el viento resollando en tus oídos. El aire fresco del atardecer te llenaba los pulmones mientras estabas de pie en el borde y respirabas profundamente para no empezar a gritar. Nadie entendía cuánto estabas sufriendo por los ataques de pánico.

Te sentías solo y atrapado, aunque no conocías ninguna razón racional para ello. Querías esconderte y escapar de todo, y el único alivio en tales situaciones era el sueño, que a veces no llegaba del todo, y a veces el miedo te acompañaba incluso entonces. El temblor de entonces eran lo único que recordabas. El llanto en la almohada. La respiración entrecortada. Los ojos nerviosos y errantes. El corazón retumbando en tu pecho a un galope frenético. El sonido de la sangre en tus oídos.

Y el silencio cuando todo acabó. La soledad. La incomprensión. Nadie consolaba porque no podía. Nadie te tranquilizaba porque no podía. Nadie hablaba porque nadie sabía.

Y tú ya no podías más. Últimamente los ataques de pánico te ocurrían cada vez con más frecuencia y tu vida se desmoronaba por ello. Tenías miedo de salir de casa, porque ¿y si te pasaba delante de la gente? ¿Qué pensarían entonces? No tenías donde buscar ayuda. Pero Obito lo descubrió.

Llegó a tu casa una noche, empujado por una extraña premonición. Y te vio en el tejado. Ni siquiera te preguntó nada, simplemente tiró la puerta abajo y corrió hacia ti, pero no pudo hacer nada. Le contaste lo que estabas sufriendo.

Él no podía entenderlo, aunque realmente quería hacerlo. Quería estrecharte entre sus brazos para que por fin te sintieras segura. Pero no serviría de nada, no funcionaría. Los dos lo sabían.

- (T/N), no me hagas esto.... Ya he perdido mucho en mi vida.... Yo tampoco quiero perderte... - dijo el hombre con voz temblorosa. Se arrancó la máscara de la cara para mostrarle las lágrimas que corrían por sus mejillas. No se avergonzaba de ellas. Aunque debería haber dicho que ahora todo iría bien. Que él controlaba la situación. Que te ayudaría. Pero no quería mentirte a la cara.

Te volviste lentamente hacia él. Tus ojos estaban vacíos, sin ganas de vivir. Habías sufrido durante tanto tiempo, pero nadie escuchó tus silenciosos gritos de auxilio.

- Te amo, ¿entiendes? No me hagas esto... ¿Por qué todos los que amo me hacen esto? - preguntó con reproche, sin controlar sus emociones. Sólo podía decirle lo que sentía ahora porque quizá no tuviera la oportunidad más tarde. Sollozaba abiertamente, sin bajar los hombros, esperando que te acercaras a él. Era incapaz de calmarse.

Ladeaste la cabeza, mirándole fijamente.

- Obito... - dijiste en voz baja, y algo en tu corazón se estremeció.

Venía a menudo. Te hacía reír. Te consolaba tanto como podía. Te sacaba de casa, y con él, el miedo nunca te alcanzaba. Tus ojos se pusieron vidriosos mientras le sonreías agradecida.

-(T/N), ven a mí... Sabes que no quieres hacer esto... No va a solucionar los problemas de nadie. Obito dio un paso hacia ti, pero supo de inmediato que era un error. Una extraña sombra cruzó tu rostro y sacudiste la cabeza.

- Duele, Obito. La vida duele. El miedo duele. La impotencia duele. No hay nada que pueda hacer sobre lo que me está pasando.... Y al final... Al final, no queda nada de mí.... Nadie me ha ayudado... Ni siquiera tú... - Contestaste extrañamente tranquilo, y luego miraste por encima de tu hombro, bajando la mirada. - Ni siquiera tú, Obito...

Repetiste, y luego levantaste la vista hacia él.

- Gracias por estar ahí para mí, pero.... Realmente no quería tu ayuda... Porque sufriría si fracasara....

- ¡Y ahora no estoy fallando! Sabes que la vida duele. Perdí a mi amado hace muchos años y pensé que nunca volvería a amar. El miedo duele, tengo miedo de perderte, tanto que quiero vomitar del terror. ¡Mira qué pálida estoy! Duele la impotencia, ahora me haces verte al borde de la muerte. Y no puedo hacer nada, porque todo lo que no haga acabará igual. Lo único que puedo hacer es hablar. - Expulsó el aire de un tirón y su respiración se aceleró. Dio medio paso hacia delante, tendiéndole la mano. - Acércate a mí. No saltes. No te alejes de mí.

- Estoy tan avergonzada, Obito.... - sollozaste de repente, secándote la cara. - No sé cómo afrontarlo... Tengo tanto miedo en momentos como este.... Y estoy... Sola... Sin ayuda...

El hombre arrugó la frente. Ya sabía lo que tenía que hacer. Lo que debía decir.

-Te ayudaré, (T/N). Estaré a tu lado. Pero para que eso ocurra, debes venir a mí -Le pidió.

Ya hablaba con seguridad, aunque en su interior se desataba un huracán de sentimientos. Sentía una incertidumbre que prácticamente le desgarraba por dentro. No sabía si había tomado el camino correcto para traerte de vuelta a él. La promesa de tu presencia era vinculante para él, pero quizá no la hubieras aceptado. Se estremeció de espíritu cuando estiraste la pierna delante de él y luego te pusiste de pie con confianza, un poco más cerca de él.

Controlarse a sí mismo, la palabra que le dirigía, la poca esperanza que le llenaba, era más difícil de lo que pensaba. Pero lo estaba consiguiendo. Lentamente te acercaste a él y finalmente te acurrucaste en él, sollozando.

Él te abrazó y te acarició la espalda, apretando sus labios contra tu frente. Cerró los ojos, agradeciendo a todas las deidades de su espíritu que, después de todo, hubieras vuelto a él.

- Nunca intentes hacer eso de nuevo. El mundo me ha marcado bastante...-Murmuró y apretó su agarre ligeramente.

Estuvo tan cerca de perderte.
Se habría odiado a sí mismo por el resto de su vida si no te hubiera detenido. Pero ahora quería cumplir su promesa. Haz que mires el mundo sin ningún miedo.

 Haz que mires el mundo sin ningún miedo

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𝗢𝗕𝗜𝗧𝗢 𝗨𝗖𝗛𝗜𝗛𝗔 𝗢𝗡𝗘-𝗦𝗛𝗢𝗧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora