33: Apertura

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Vannesa hacía mucho que no sentía miedo.

No es como si ese día en específico tuviera miedo, estaba en su jornada habitual de trabajo. Siempre se había sentido a salvo en Frey’s empire, siempre lo había estado. Jamás había entablado ni una cotidiana conversación con Víktor Frey, nunca. Sin importar los muy remotos eventos en que el señor Frey honraba con su presencia y en los que por mucha suerte ella coincidía entre los presentes, jamás había estado a una distancia de él que le permitiera más que oler el rastro de su perfume.

Para toda la nómina, Víktor era dios. Un ser omnipotente y omnipresente, pero al que solo se podía acceder por medio de oraciones —papeleo— y sus arcángeles —jefes de cada departamento—. Vannesa se sentía intimidada incluso por el contacto con el hijo de Víktor, Axer, al que consideraba su ídolo. Y sin embargo, ella sabía que su situación era especial, que estaba casi bajo la tutela del hombre más poderoso en más de un continente, pues Dain Mortem Frey así lo había orquestado para mantenerla a salvo de todo peligro.

A Dain le debía su vida, su progreso. Le debía sus estudios, su título en bionálisis, su vacante en la empresa más importante en las ciencias médicas —que además había ganado récords y múltiples galardones por sus aportes y descubrimientos—; le debía, sobre todo, su hueco en la cuna de los Frey y sus secretos, al haberla hecho la mano derecha de nada menos que de Axer Frey, el presunto heredero.

Al menos no le debía a Dain era su nuevo nombre, el que escogió de las letras centrales del que solía tener. Vannesa: Anne.

Y en especial, no le debía a Dain su salvación. Había sido Gabriela, su gemela, la que entregó su libertad para pagar el precio de Vannesa.

«Gabriela», escribió en cursiva en su cuaderno de anotaciones, como solía hacer inconscientemente cada vez que su vida pasada iluminaba con tal ímpetu su memoria hasta nublar la visión de quién era en la actualidad.

Gabriela estaba bien. La había visto en su antigua dirección en Canadá. Pudo ocultarle su trabajo en Frey’s empire y fingir más de un ámbito de su vida para evitar involucrar y traicionar a los Frey, pero en esencia había sido sincera en aquel reencuentro:

Estaba agradecida y endeudada con su hermana, siempre lo estaría. Las unía más que la conexión de sus almas; las condenaba el no haber podido amarse juntas por más tiempo, y reencontrar una década más tarde a una copia de su físico que ha pasado a ser una desconocida.

Y mientras Vannesa no pudiera pagarle en esta vida a su hermana, le quedaba el remordimiento y la agria sensación de que ella no merecía ser la gemela que próspera y digna, mientras la otra hurtaba vidas para pagar la suya.

Pero Gabriela la amaba. Y parecía no reprocharle, ni cobrarle, nada en lo absoluto.

Con eso tenía que bastar, no podía con la carga de lo contrario.

Con todo eso, Anne ya no tenía miedo. Estaba a salvo, Dain garantizaba su bienestar como la luna desde el cielo influye en la marea.

Y, sin embargo...

¿Por qué esa aprensión inusual en sus nervios?

Extrañeza era justo lo que sentía al ver tanto personal irreconocible.

Cierto es que en un palacio de tecnología tan avanzada, donde hay tantos departamentos y entre ellos tantísimo personal, cualquiera llega a perderse en el mar de rostros. Que faltara un trabajador o que asistieran un par extra, sería como quitar o agregar un vaso de agua al mar. Así de imperceptible.

Anne, por ejemplo, sentía que tenía toda una vida trabajando para el laboratorio, y apenas era reconocible para Axer. Era insignificante, y más cuando cambiaban de sucursal con tanta constancia.

Nerd 3: rey del tablero [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora