Diecisiete Revelaciones

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Diecisiete

Revelaciones

El rostro de la señora Weasley era algo a lo que a Harry le costaba resistirse. Siempre fue una madre para él, y pese a eso, él podía separar sus deberes de Auror. Ahora, sin embargo, desde que Ginny falleció, le costaba muchísimo.

Molly Weasley temía perder al padre de sus nietos, a su nuero, y su hijo postizo. Y temía por su nuera, Hermione de pie al lado suyo, y a su hijo, Ron. Otro hijo más a la gran pérdida que ya coleccionaba. El dolor en cada rasgo suyo era un puñal al corazón de Harry.

Tragándose el nudo en la garganta, intentó decirse que era un Auror, que habían personas que necesitaba que se pusiera en movimiento.

—Harry, querido —dijo Molly cuando vio a Lily entrando a la cocina, seguida por su primo Hugo—. Hermione, Ron... aunque no me lo digan se que van a algo peligroso... No lo hagan.

Harry se acercó y tomó sus manos.

—Molly, debemos ir.

—Pero a dónde —insistió ella.

—No podemos decir eso —No podían, porque sabían lo que harían, en parte, a dónde iría, no completamente. Sabían que tenían a Lavander Brown amenazando a su hija en Hogwarts. Altas posibilidades que tuvieran bajo amenaza a sus dos hijos menores que estaban con su abuela. Ese era un destino de tantos. El otro, era estar al pendiente de Bane y Perkins. El camino desconocido era encontrar al Ministro. Ayuda, les pidió con su Patronus, pero ¿cómo ayudarlo si no sabían dónde estaba? Al respecto, la única vía que podían seguir era empezando donde supuestamente estaba: El Ministerio de Magia—, pero es necesario. No te preocupes, no se trata de un mago oscuro —eso esperaba. Notó la mirada disimulada de Hermione—. Sólo algunos casos de Aurores, Molly. Ron y Hermione me ayudan, como siempre.

Ron aprovechó ese momento para tomar a su madre en un abrazo.

—Ya sabes como es Harry, mamá. No puede hacer nada solo. Eso sí sería un peligro —advirtió en broma—. No me deja retirarme tranquilo del oficio.

Molly lo miró mordiéndose el labio mientras le arreglaba el buzo. Ron la dejó, aunque se le incendiaron las mejillas y las orejas. Hermione tomó otra táctica, se acercó sonriendo y sacudiendo la cabeza.

—Gracias por tener a los niños esta noche, Molly. Y ya sabes —puso los ojos en blanco—, estos dos no pueden hacer nada solos. No te preocupes, yo estaré con ellos todo el tiempo. Nada les pasará. Los traeré de regreso sanos y salvos.

Para disgusto de Harry, las palabras de su amiga funcionaron. Molly se tranquilizó y sonrió, acomodándose el pelo.

—No es ninguna molestia estar con los nietos. Casi todos están en Hogwarts. Y los pocos pequeños... sus padres son demasiado tacaños para traermelos. Cuando Arthur despierte por la mañana estará feliz.

Luego de aceptar unas cuantas tartas, los tres viejos amigos se pusieron en marcha. Harry y Hermione decidieron empezar por lo más urgente: El Ministerio. Ron, con algo de multijugos, estaría detrás Bane.

***

La mayoría de los cuadros de antiguos directores alrededor de la oficina de la directora Mcgonagall estaban haciéndose los dormidos. Solo unos pocos observaban con ojos curiosos, entre ellos, si Albus no se equivocaba, se encontraban Phineas Black, Albus Dumbledore y Severus Snape. Minerva miró en dirección de este último con cejas elevadas antes de darle la cara a cuatro estudiantes.

El Legado de Potter #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora