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Felix caminaba de un lado a otro sin parar, los nervios lo carcomian por dentro. Esperaba que su mamá llegará de hacer sus deberes para poder pedirle permiso de visitar La Tierra.
Felix era un chico bastante alegre y gentil, su apariencia iba de acuerdo a su personalidad dulce. Tenía la cara fina y definida, pómulos resaltados y labios gruesos con un pequeño toque rosa en ellos. Sus ojos grises con un toque azulados y una pequeña nariz con hermosas pecas adornando todo su rostro.
La hora llego y por fin su madre había llegado a casa, siendo recibida por un entusiasmado Felix que daba pequeños brincos de emoción alrededor de su madre.
—¿Por qué tan alegre mi Lix?
—Mamá, sabes que mañana es mi cumpleaños y... Ya sabes, solo quería saber si me dejas visitar La Tierra por unos días. ¡Claro que serían Terrestres! para que no estés mucho tiempo sola. ¿Qué dices?
—No lo sé Lix, es muy peligroso. La Tierra está llena de personas a comparación de la Luna.
—Lo sé, por eso quiero ir. Por favor mamá —Felix hizo un leve puchero fingiendo hacer un berrinche que le saco un par de carcajadas a su mamá.
—Esta bien, pero promete que no te quedaras mucho tiempo.
—¡Lo prometo! —dijo Felix más que emocionado. No sabía que su vida cambiaría tanto después de eso.
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