2. Después del Ritz (1)

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La cena sabe mejor aderezada con esperanza, maridada con una victoria y, siempre, en buena compañía.

Hasta Crowley, que disfruta más de dormir siestas, cuidar su jardín, beber una copa o admirar a "Las chicas de oro" que de la gastronomía elegante, se animó a probar aquellos platos.

Juntos, un ángel y un demonio brindaron por el mundo mirándose a los ojos.

- Qué bueno que te guste, querido - comentó Azirafel, con ligereza.
- ¿Que me guste quién? - balbuceó Crowley, sin entender que el ángel hablaba de su hábito de anteponer la bebida a la comida o, incluso, el de limitarse a mirarle intensamente mientras come; un acto incomprensible que le pone un poco nervioso.

El ángel preguntó, espoleado por la curiosidad.

- ¿Quién te gusta? -

El demonio protestó.

- ¿De verdad tengo que decirlo?-
Se hizo un breve silencio. Por una vez, Crowley no fue impulsivo y omitió otros pensamientos.

- ¿Cómo crees que será nuestra vida ahora? - recondujo Azirafel.

- Nos dejarán en paz un tiempo. No saben en qué nos hemos convertido. Ya no somos un ángel y un demonio. Ahora... estamos en nuestro lado. Pero un día volverán. El cielo y el infierno irán contra nosotros-

Ya habían hablado de esto en el parque. Un escalofrío recorrió la espalda del ángel.

- Toca prepararse, disfrutar... - concluyó Azirafel, en tono sabio - y actuar como mortales; que viven sin saber cuánto les queda, aunque sí que es poco

- Carpe Diem - guiñó el demonio, coqueto -Mi mejor y etéreo amigo esconde en su librería un mueble de bebidas espirituosas. Eso pega con disfrutar como dementes obviando cuánto nos queda. ¿Cómo lo ves?

- Alcohol - comentó divertido, tintineando su copa con un cuchillo - Así empezó todo -.

Crowley colocó su mano sobre la del ángel, mientras pedía la cuenta. El ángel no retiró la suya.

- No. Todo empezó en un jardín - susurró, con la mirada perdida en unos iris azules.
- Fue bonito.
- ¿Conocernos?
- Todo - enfatiza el ángel, alzando levemente las cejas.

El demonio pagó y le ofreció el brazo, galante. El ángel lo aceptó.

- ¿Por?
- ¿Quieres que te adule? Eres un gran compañero, Crowley. O un gran "enemigo hereditario", si lo prefieres -

Fuera del restaurante llovía, aunque de los ojos ámbar de pelirrojo parecían saltar chispas. Entraron en el Bentley.

El caído sentía una agitación desordenada en su pecho mientras arrancaba el vehículo. La celebración, o quizá cita, iba viento en popa. Debía confesar. Quería confesar.

- También me encantó... confraternizar durante seis milenios - expresó el demonio, entre la emoción y el resentimiento, ante la súbita aparición de un recuerdo incómodo.

Cayó un pesado silencio, tan pesado que ni Queen osaba interrumpirlo. El coche se dirigía a la librería.

- ¿Por qué parece una despedida? - murmuró Azirafel, preocupado por el tono inusual de la charla.

El Bentley quedó aparcado junto a la puerta del comercio del ángel pero no salieron todavía. Sospechaban que el coche clásico era uno de los pocos lugares del universo en el que no podían ser espiados. Al menos, no por ángeles o demonios.

- No es una despedida, ángel. ¿Tan malo es saquear tu minibar? - respiró hondo, adoptando una gravedad inusual - Es que esto es un... cambio. Un cambio del que hablar. No se me da bien, pero... a ver, hemos dado la cara el uno por el otro. Hemos apostado nuestra vida. Ahora quizá seamos perseguidos, aunque creo que nos dejarán en paz algún tiempo; no saben a qué se enfrentan. Todavía.

- No me arrepiento de nada - declaró Azirafel, sin vacilar-. Es duro; el Cielo y el Infierno son dos plantas de un mismo edificio. Siempre había creído en el amor y la piedad de la Todopoderosa. Espero tener respuestas; no es amor y piedad lo que he visto aquí, no en los demás seres sobrenaturales. Ignoro qué quieres hacer, Crowley, pero no podemos escondernos de la divinidad si decide buscarnos. Yo me quedo en la Tierra, en mi casa, donde pertenezco. Y... me gustaría quedarme contigo.

- Bueno... - la sonrisa de Crowley era incrédula y radiante - ¿De verdad quieres saber qué quiero? ¿O a quién? No te asustes, por favor - Era el momento de arriesgar. Tomó sus manos y le besó en los labios con ternura.

A Azirafel el el acto de besarse no le resultaba conceptualmente desconocido. Seis mil años entre humanos ayudaban a contextualizar. Había leído sobre él en novelas y poemas, visto en películas y obras de teatro, escuchado en canciones y observado por la calle.

Le intrigaba que el afecto humano, o cierta forma de afecto, se expresara así. Los humanos suelen tener grandes ideas, como el sushi, la música clásica, los rincones con encanto o Shakespeare. Siempre estaba abierto a entenderles mejor.

Con ese contacto entendió dos cosas. Una, que su cuerpo humanizado sentía algo semejante al vértigo ante ese contacto. Dos, que, como dice el Nuevo Testamento, no hay amor más grande que el dar la vida por quién se ama. Y ellos dos lo hubieran hecho; habrían dado la vida por el otro. Eso significaba algo.

-¿Qué? - preguntó Crowley, una vez que logró separarse de los labios de su ángel, temeroso del veredicto.
-Querido, sabes muy bien que yo daría mi vida por ti - afirmó Azirafel, recuperando el aliento.

Esta respuesta infundió valor al demonio.

- Cuando ardió la librería y dejé de sentirte en este mundo... solo me emborraché. Ya no iba a huir. ¿Entiendes? Fui muy estúpido, nunca hubiera podido irme sin ti. Iba a esperar, sin más, el fin de todo -.

Azirafel quedó sobrecogido.

- Prométeme que no lo harás, que no te dejarás morir si me sucediera algo -.

Crowley se negaba a prometer mierdas. Odiaba mentir. Enarcó una ceja.

- ¿Qué tal si mejor dejas que te cuide y nos evitamos disgustos y situaciones extremas? -

Azirafel se rió. Hasta los ratos más incómodos con Crowley acaban resultando cómodos.

- ¿Acaso no me has cuidado siempre? - vacilante y emocionado, le devolvió el beso, rápido y tímido- Espero no decepcionarte, sabes que no soy humano y no había hecho esto nunca. Pero me gusta. Me gusta mucho.

- Y pienso seguir cuidándote mientras tú me lo permitas. Podría cuidarte toda la eternidad - respondió, dichoso, entrelazando de nuevo sus manos con las del ángel - Tú nunca me decepcionarías, no puedes-.

El Bentley canta "Somebody to love". Incluso con el motor y la radio apagados. Mejor no especular.

- Mucho tiempo había callado, el muy canalla - bromeó Crowley acerca de su vehículo, intentando no pensar más.

- No sé si eso también se me aplica, pero razón tienes- ironizó, sonriente y autocrítico, Azirafel. Su amor por Crowley, tan celosamente guardado hasta ahora en el rincón de los anhelos imposibles, también venía de lejos.

El demonio le silenció suavemente con un índice en sus labios.

- Piensas mucho, ángel mío, demasiado. ¿Qué tal si vamos dentro, bebemos y actuamos una noche como dos enamorados borrachos? -

El humor de Azirafel casi aparece. Su respuesta inicial hubiera sido la de "no sé si eso significa vivir una noche de desenfreno o acabar llorando abrazados, con resaca y los calcetines puestos". Pero ser un inglés cáustico de adopción no es obligatorio las veinticuatro horas del día de los siete días de la semana.

- No sé cómo acabará tu propuesta. La última creo que de jardinero en Estados Unidos... Pero cualquier plan es el mejor si es contigo. Vamos -.

Entraron a la librería y hogar de Azirafel de la mano tan absurdamente pletóricos, con tal expresión idiota, que la lluvia les dio igual.

La Espada Llameante (terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora