12. Poderes

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Azirafel y Crowley habían escapado de los ejércitos del Cielo y del Infierno.

No podrían ser reclamados por sus antiguos jefes. Tampoco castigados.
Más nadie dijo que, tal y como pasaba con la Humanidad, no pudieran ser tentados, arrastrados, confundidos por uno u otro bando.

No hacía falta una interacción directa. Los seres sobrenaturales de alto rango podían afectar mentes y corazones a distancia, de manera imperceptible.

Igualmente, Beelzebub daba a Crowley por perdido. Sabía que su amor hacia el ángel y su compromiso por la Humanidad estaban fuera de toda duda.

De todos modos, dado que la Eternidad es larga, aguardaba a que se presentara su oportunidad. En la Tierra se dice que, cuando el dinero sale por la puerta, el amor se escapa por una ventana. Obvio un ángel y un demonio, capaces de prodigios, problemas de dinero no iban a tener... pero no hay vida ajena a los problemas. En algún momento entra ese estrés que desestabiliza y rompe parejas. El que lleva a pronunciar esa palabra hiriente que nunca se olvida y mina años de buena relación.

Y Beelzebub esperaría... porque el amor del Infierno también es amor.

Crowley había sido su esbirro. La había traicionado. Aguardaría para introducir en su mente ideas que hicieran dudar, nervios, arrepentimiento, reacciones de cólera mal medidas... y Crowley cedería, pues fue un demonio. Debería corromperse con más facilidad que cualquier humano.

Gabriel andaba en pensamientos parecidos. Azirafel siempre le pareció repugnante por su proximidad a esos humanos; pero era del Cielo y les fue arrebatado. Cambió el paraíso y servir a la Diosa por copular con el enemigo. No debería ser muy difícil hacerle sentir dudas y remordimientos, hacerle añorar la santidad o que tantos pensamientos le atormentaran que cayera en parálisis; imposibilitando esa misión autoimpuesta de salvar a la gente.

De hecho, esto parecía fácil: aunque Azirafel y Crowley habían dado un paso al frente, sintiéndose paladines o guardianes de los seres humanos, se habían enredado en disquisiciones sobre el Libre Albedrío, sin atreverse a ejecutar algo práctico al respecto.

- Podríamos combinar esfuerzos - propuso Gabriel.

- Sea - aceptó Beelzebub - si ambos son vulnerables al mismo tiempo; habrá menos posibilidades de que puedan ayudarse el uno al otro.

La Espada Llameante (terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora