20. Bendición

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Siempre hay un salto entre la boda imaginaria y la boda real realidad. Eso no significa que la real sea mejor.

Por ejemplo, aunque Azirafel hubiera querido casarse por la iglesia, la iglesia no acepta bodas entre hombres y, más allá de que ni Azirafel ni Crowley son propiamente uno u otro, llevaban milenios fieles a una apariencia que era su tarjeta de visita en el mundo y esa tarjeta era masculina.

Azirafel aceptó que la boda fuera civil por respeto a su pareja. Crowley, a cambio, aceptó la presencia de un sacerdote amigo de Azira que les bendeciría al final del evento; por muy civil que fuera.

Al pelirrojo le resultaba sencillo olvidar en su día a día cotidiano la profesión de su vecino. Era Manuel, un venezolano octogenario jubilado que algunas mañanas tocaba a su puerta solo para invitarles a café recién hecho y arepas. Además de sacerdote, era un alma que se preocupa genuinamente de los pobres y de cualquier persona que sufre. Por ello a Crowley le resultaba aceptable que fuera este sacerdote y no otri quien les preparara una especie de bendición tras la ceremonia.

Tampoco llenaron el Ayuntamiento de gente ni organizaron algo tan ampuloso como la versión más coqueta y fatua de Azirafel hubiera querido, pero contaron con sus amigos más cercanos y la buena comida estuvo garantizada en el mejor restaurante de Tadfield.

Ambos, deseosos de guardar el misterio, adquirieron sus trajes por separado. Pese a que no se pusieron de acuerdo, el que fuera un ángel se presentó a la boda con un elegante traje de chaqueta en el que prevalecía el negro y, el que fuera un demonio, acudió al enlace con un traje similar en el que el blanco era el color dominante. Así mostraban de cierta manera que la relación con el otro les había cambiado para siempre.

Adam traería los anillos. Le acompañaban sus padres, que no entendían muy bien el vínculo de su hijo con esos dos tipos; pero se dieron cuenta de que su influencia era benéfica. Desempeñaban el rol de dos tíos excéntricos: le visitaban mensualmente, le llamaban por teléfono una vez a la semana, en ocasiones le regalaban algo... y, como suele suceder tratándose de padres, quien trata bien a un hijo, se los gana.

También estaban allí Newton y Anathema. Una singular pareja unida por las buenas y acertadas profecías, una importante dosis de atracción física y la certeza de que, al menos en el ochenta por ciento de las ocasiones, es ella la que tiene la razón. Esto obviando el pasado de ella como bruja y el de él como cazabrujas. Tras el casi fin del mundo, se inició una amistad en la que, curiosamente, Anathema era un poco más afín a Azirafel y Newton un poco más a Crowley; pero con una gran dinámica entre los cuatro. La pareja humana siempre intuyó que algún día asistirían a esta boda, incluso antes de que el ex ángel y el ex demonio declararan sus sentimientos; así que Anathema agotaba las existencias de pañuelos de papel de su bolso. Y no era un bolso pequeño.

Madame Tracy acudió del brazo de Shadwell. Crowley y Azirafel le encontraban muy irritante, exasperante incluso, pero Madame Tracy era feliz con él y una pareja tan singular como la suya sabe de respetar la felicidad ajena, aunque no la entienda. Al fin y al cabo, el que fuera un ángel le estaría agradecido por siempre por haberle dejado su cuerpo en una situación de necesidad. No cualquiera cede a un desconocido algo tan esencial; lo que habla de su gran corazón.

No había en apariencia ningún invitado más, de este mundo o del otro, pero una mujer muy elegante cuyo rostro estaba tapado por una imponente palmera se sentó al fondo de la sala. El tuétano de los huesos de Crowley reconocía su presencia, pero él no le diría nada si ella no se dignaba a hablar con su futuro marido; que tanto había sufrido y continuaba sufriendo por culpa de su silencio.

Sin embargo, y haciendo gala de la cualidad de no llegar pronto ni tarde, sino en el momento justo, una vez que hubo finalizado la ceremonia civil y el viejo sacerdote iniciaba en el mismo jardín situado frente al Ayuntamiento la pequeña ceremonia complementaria, un hombre rubio y extremadamente alto, vestido de cuero, con una cazadora decorada con una calavera y con muy poca sutileza, interrumpió el acto diciendo: "Pronunciad vuestros votos y daré mi bendición".

Los esposos sintieron un escalofrío. Muerte, en su rol de ángel, podía bendecir pero, dada la naturaleza de sus atribuciones, quizá esa bendición más oscura de la esperado. "No te fíes de los griegos cuando traen regalos" susurró Crowley, arrancando una sonrisa a Azirafel porque no era tan habitual que el pelirrojo citara a Homero.

La gran mayoría de los invitados humanos pensaron que el motorista era un pirado espontáneo como otro cualquiera; hay mucha gente muy rara últimamente. Anathema se llevó la mano al corazón, sobrecogida ante la presencia de esa aura. Adam sonrió, profundamente satisfecho: reconoció al recién llegado. La Diosa permanecía imperturbable.

Realmente Azirafel y Crowley habían decidido presentar en la ceremonia una versión resumida y algo edulcorada de sus votos. Se reconocían mutuamente tan intensos que preferían dejar ciertas declaraciones para la intimidad; por más que Crowley compartiera con Muerte la afición a lo teatral. Además, pensaron en su momento, no todos los presentes entenderían qué supone una relación de seis mil años con la amenaza de un Apocalipsis y de los juicios del Cielo y del Infierno.

Muerte oyó los votos, ya que no los escuchaba. No lo necesitaba. Desde que conoció a esa pareja de tórtolos supo que le gustaban, que tenían buen corazón y que haría todo lo posible, dentro de su apretada agenda, para ayudarlos. Y una boda siempre es un buen evento, sobre todo porque los enlaces suelen ser "Hasta que la Muerte los separe".

- Buenas tardes, soy el ángel de la Muerte - dijo según terminaron los votos, con tal aplomo y labia que más que por un ángel quienes no le conocían le tomaron por un monologuista profesional - y no he venido a contaros las anécdotas más graciosas de los esposos-

El sorprendido público rio.

- Lo digo en serio, he venido a hacerle un regalo a la pareja, una bendición como regalo de bodas... y también al Padre, por una vida generosa y repleta de actos sinceros de ayuda al prójimo. ¡Vivan los novios! -

Todos corearon "¡Viva!".

- ¡Qué divertido! No sé si me siento como un general, un director de orquesta o un conserje escolar cuando toca el timbre; ahí, con todos coreando. Pero no, no son novios, son esposos, pensad un poco antes de repetir como loros - se burló.

Rieron... para disimular un poquito que estaban ofendidos. Eso mientras Crowley y Azirafel se miraban de reojo con los nervios de punta.

- Esposos inefables, he aquí mi bendición. Ni los poderes del Cielo ni los del Infierno podrán contra vuestro amor. Aunque adoro por igual a los escritores depresivos rusos y los romances victorianos, no hay enlace en el que no se diga "Hasta que la Muerte os separe". No os puedo garantizar la inmortalidad, mucho depende de la Diosa... pero prometo lo que está en mi mano : La Muerte nunca os separará; está y estará de vuestra parte. Tenéis en ella a una amiga. O amigo, da igual. Usad esta bendición con sabiduría - aconsejó, guiñando un ojo.

Todo el mundo había quedado estupefacto.

Entonces, se dirigió al Padre, hablándole de tal manera que solo el viejo sacerdote le escuchaba.

- Morirás a esta hora en dos semanas exacta. Mucho has pedido por una buena muerte. Te concedo el don ¿Cómo la quieres?-

El sacerdote sonrió, agradecido.

- Tranquilo, dormido en mi hamaca, tomando el sol, en paz con Dios, mis seres queridos y el mundo. Y con salud para poder despedirme en esas dos semanas y cerrar pendientes.

- Nos vemos en dos semanas, buen amigo - le despidió con ternura, dándole la mano - Pronto estarás en el Paraíso.

- Marcho, amigos, voy tarde- se despidió.
- No todavía, Muerte - le detuvo Crowley.

Los dos esposos le abrazaron. "Gracias".

- Miles de años en un trabajo tan alegre y haréis que llore - protestó, con cariño - sed felices.

Y despareció, igual que había venido.

Recuperados de la sorpresa, el público aplaudió y procedieron todos a dirigirse al restaurante.

La Espada Llameante (terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora