Capítulo 4

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•Lluvia•


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        Neteyam se encontraba esperando junto a su familia en medio de una llanura ubicada justo en la periferia del bosque. Era una tarde brumosa en la que el cielo encapotado oscurecía el panorama y solo dejaba pasar unos cuantos rayos de luz que desaparecían y volvían a aparecer en sitios aleatorios cuando el viento empujaba a las nubes cargadas de lluvia.

        Las gotitas de agua que salpicaban de manera esporádica el cuerpo de Neteyam no eran suficientes para ser refrescantes, pero sí suficientes para ser una molestia. Él se consideraba una persona práctica. Pensaba que cada acción debía tener un objetivo claro que cumplir; pero en este caso, la lluvia no estaba cumpliendo con el suyo. Una simple llovizna no era suficiente para nutrir la vegetación y hacerla crecer. La cantidad de agua que caía del cielo debía ser abundante para causar un verdadero impacto en la vida, ya fuera en sentido literal o figurado.

        Neteyam pensaba mucho en la lluvia desde que tuvo aquella conversación con su abuela Mo'at. Y su paciencia estaba siendo puesta a prueba mientras intentaba averiguar qué era aquello que podría tener el impacto necesario para ayudarle a vivir su vida con plenitud. 

        La visión de Eywa señaló que era algo que tenía que ver con el mar. Así que después de pensarlo mucho, se le había ocurrido que tal vez se trataba de algo relacionado con su amiga Tawtìkan, ya que el clan Tayrangi también era conocido como "El pueblo Ikran del Mar del Este". Pero si ese fuera el caso, ¿no debería haber provocado ya algún cambio en él?

        No había pasado mucho tiempo desde que había ido al clan de su amiga en calidad de visita diplomática. Ambos disfrutaron de su mutua compañía; se divirtieron montando sus ikran alrededor de las rocas escarpadas de la costa, y Tawtìkan le enseñó sobre la pesca con ikran

        En general había sido una buena experiencia para Neteyam. Sin embargo, también estuvo nervioso durante toda la estadía. Le preocupó demasiado mantener en alto el nombre de su clan y el de su familia como para relajarse y dejar salir su espontaneidad. Y al volver a casa no se había sentido diferente. Seguía siendo el mismo Neteyam con las mismas cargas e inquietudes.

        Tuvo que dejar de lado esos pensamientos pesimistas cuando escuchó a lo lejos el eco del chillido de un ikran. Neteyam fijó la vista en la dirección desde dónde vino el sonido. Entonces esperó hasta que finalmente pudo divisar entre los nubarrones al magnífico animal de color índigo y también al Ikranä Maktoyu que aulló con júbilo mientras agitaba uno de sus brazos de manera entusiasta para saludar.

        —¡Tío Tom! —Tuk brincó con el doble de entusiasmo para devolver el saludo mientras agitaba ambos brazos de arriba a abajo. Neteyam pensó que eso la hacía parecer una linda cría de fkio* que intentaba volar por primera vez.

El mar que fluye al corazón del bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora