Capítulo 7

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•Memorias•


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        Tom había regresado a la zona de los braseros después de haber aconsejado a Ao'nung sobre su dilema.

        Él realmente esperaba que el muchacho pudiera enmendar la situación con Neteyam. Por lo menos su sobrino había sido bastante receptivo con la propuesta de cortejo, lo cual era una gran ventaja. Además, Ao'nung nunca dejaba de sorprenderlo con su determinación. Ahora veía que existía una alta probabilidad de que su protegido cumpliera con su cometido de ganarse el corazón de Neteyam durante los siguientes tres meses de su estadía con los Omatikaya. 

        Lo'ak y Neteyam también habían vuelto a unirse a la cena después de un rato. El mayor de sus sobrinos se sentó a su lado y comenzó a mirar alrededor con nerviosismo. Tom ya sabía lo que estaba buscando.

       —Ao'nung se retiró temprano para dormir —le susurró—. Está avergonzado por lo que pasó.

        Neteyam puso una expresión de sorpresa antes de encararlo. 

        —Tú lo sabías —afirmó en un murmullo. 

        —¿Qué? ¿Que él haría y diría todo eso? No. Pero sus intenciones no son malas. Solo está muy emocionado porque finalmente pudo reunirse contigo. ¿Estás enojado con él? 

        Neteyam miró a la nada de manera pensativa hasta que finalmente negó con la cabeza. Entonces se levantó para anunciar que se retiraba a dormir. Se despidió educadamente de todos y después se marchó. 

        —Oye, Tommy —su hermano Jake lo llamó—. Salgamos un momento a tomar aire fresco. 

        Tom estuvo de acuerdo, así que ambos se levantaron y subieron por la escalera en espiral hasta la parte superior del árbol. Ahí se encontraba una abertura que daba hacia una gigantesca rama ancha por dónde los jinetes podían salir para llamar a los ikran que anidaban entre las hojas tupidas de las ramas más altas. 

        Los dos se sentaron cerca del borde con sus piernas colgando sobre la curvatura de la rama. El cielo nocturno ya se había despejado después de la incesante lluvia de la tarde. A lo lejos se veía el enorme y hermoso planeta Polifemo junto a cuatro de sus catorce lunas. Era una vista impresionante.

        La belleza de Pandora nunca dejaba de maravillar a Tom. Él y Jake habían crecido en un entorno gris y asfaltado en dónde el verde de la vegetación, el azul del cielo diurno y las estrellas del cielo nocturno habían sido engullidos por la urbanización y la polución. Por eso siempre agradecía en silencio cada vez que disfrutaba de momentos así al lado de su hermano.

El mar que fluye al corazón del bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora