Capítulo 11 - NUNEW

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"¿Tú eres.... para mí?"

Incluso ahora mientras extendí mi mano hacia él para sacarlo de esta celda de tortura jodida en el sótano, no podía quitarme esas palabras de la mente. No podía quitarme la imagen de su cara, mirándome con esa esperanza, ese alivio que yo era para él.

¿Eres... para mí?

En ese momento yo era toda la esperanza que él había tenido. Pude verlo; verlo en esos ojos. Él me conmovió. Conmovió completamente algo dentro de mí con esas simples y sinceras palabras.

Él no se había movido; se quedó mirando mi mano como si fuera un fruto prohibido que tan desesperadamente quería saborear. Él estaba destrozando mi corazón, internamente, se enfrentaba a sí mismo. Sus ojos en conflicto revolotearon de un lado a otro; él quería creerme. Quería creer tan desesperadamente, que brillaba como un farol desesperado en sus ojos.

Me acerqué hacia adelante y empujé mi mano más cerca de él.

Toma mi mano, Zee. Déjame mostrarte la verdad. Confía en mí, siempre confía en mí. Nunca voy a mentirte. Te lo prometo.

Él bajó la vista a las cadenas pesadas enrolladas a su lado, luego de regreso a mi cara.

Estaba frunciendo el ceño. Una expresión de aceptación atravesó su rostro, la cual me hizo creer que él iba a confiar en mí. Levantó su mano, pero se detuvo en el aire. Su mandíbula y puño se cerraron al mismo tiempo. Entonces hizo crecer a mi corazón; él dio un salto de fe y envolvió su gran mano en la mía.

Nos quedamos parados allí, suspendidos en nuestras posiciones sentados y de pie con nuestras manos unidas. Después de rodar a sus pies, la enorme constitución de Zee se alzaba sobre mí. Su mano todavía agarrada a la mía, y por el agarre apretado, sabía que no la iba a dejar ir. Él era tan feroz y salvaje en su apariencia y comportamiento. Pero su agarre apretado sobre mi mano me dijo cuan asustadizo estaba sobre el concepto de su libertad... de poner su confianza en mi... cuando, en su mente torturada, yo podría dirigirlo a nada más que castigo y más dolor.

Él tomó una respiración profunda, y habló con voz ronca:

Soy débil. Me siento débil.

Suspirando, incliné mi cabeza hacia un lado -Lo sé. Pero te vas a poner más fuerte. Cada día, vas a estar más fuerte de nuevo.

Acariciando mi pulgar sobre el dorso de su mano llena de cicatrices, vi a sus músculos tensarse. Nuestras miradas se encontraron; algo indescriptible, palpable pasó entre nosotros. Dije -Ven conmigo.

Zee asintió y empecé a llevarlo hacia la escalera. Cuando alcanzamos el último escalón, se detuvo, luego se paralizó. Miré de nuevo a su rostro precavido; automáticamente apreté su mano.

Él tomó una respiración profunda y una vez más empezó a seguirme, esta vez por las escaleras. Cuando llegamos al último escalón, abrí la puerta. Luz brillante inundó inmediatamente el espacio. Zee, como si estuviera ciego, se tambaleó hacia atrás, su espalda golpeando la pared.

Giré rápidamente la cabeza para verlo entrecerrando los ojos, su brazo libre protegiendo la luz de su rostro. Estaba jadeando como si acabara de correr en un maratón, pero su mano no había soltado la mía. No, todo lo contrario. Se había convertido en hierro apretado, al borde del punto de ser doloroso.

¿Zee? -pregunté y me apresuré a donde él se escondía en las sombras-. ¿Qué pasa? -seguí.

Bajé suavemente el brazo protegiendo su cara. Sus ojos parpadeaban rápidamente. Él apuntó al rayo de luz que ilumina el suelo:

Luz -habló con tono áspero.

Fruncí el ceño con confusión -¿Luz? -cuestioné.

Él asintió y tragó saliva. Mientras me quedaba mirando su cara, una dura y devastadora realización me golpeó.

Número 221 - ZeeNunewDonde viven las historias. Descúbrelo ahora