CAPITULO 18

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SARAH

Emma

Miraba mi reloj una vez y luego otra, otra, otra, que incluso llegué a perder la cuenta de las veces en las que veía el reloj.

Me cruzo de brazos y me apoyo en el tesla a lo que observo la puerta de la casa de Pablo mientras lo espero, pero a el tío le dio por no salir, que hasta llegó a creer que me va a dejar esperando.

Abro la puerta del tesla y presionando el botón para encender el carro hago presión para que el claxon haga ruido, haciéndolo resonar por todo el vecindario.

Pablo me ha estado ignorando las llamadas y los mensajes desde aquel encuentro en el café, me preocupa que mi mayor miedo en este momento se esté haciendo realidad y que por yo hacerme de bad girl empiece a perder lo que había construido con el.

Había conseguido que alguien volviera a sacar quien soy en realidad y el es el único que pudo volver a hacerme feliz desde mi llegada a Barcelona, aunque últimamente las situaciones que se me han presentado son malas, Pablo ha sido el único en tenderme una mano para sacarme de los huecos en los que había caído.

Tenía que ser sincera con el, demostrarle que lo único que busco en este momento es cumplir mis mayores sueños y nada más, pero que para eso necesito de una mano amiga que pueda ayudarme a conllevar todo lo que trae mi deseo. No quiero sacrificarlo a él por mi sueño, el es uno de los pilares en mi vida, se ha convertido en mi salvavidas, en algo tan importante para mi.

Esos ojos que el se trae son los únicos que logran darme aquella sensación de paz cuando todo va mal a mi alrededor.

Pablo logró hacer que el desastre en el que me había convertido se volviera en una persona que buscará reconstruirse cada día y quería agradecerle por eso y dejar en claro que es la pieza más importante en mi día a día, que aunque lo ame, no es como la manera en la que el probablemente lo está deseando.

No logro evitar esbozar una sonrisa cuando lo veo salir de la casa ya medio apoyando su pierna en el piso, pero aun con la ayuda de la muleta.

Se acerca a mi con una cara que no me da buenas vibras, la fina línea formada en sus labios y la oscuridad que se apodera de sus ojos hace que mi por mi cuerpo fluya un escalofrío que me hace querer correr.

No niego que lo extrañe, que por más orgullosa que yo sea me hizo falta su compañía y por eso tan pronto como lo vi a unos centímetros de mi,lo abrace mientas disfrutaba de aquel aroma a vainilla que lo caracterizaba con un toque de su colonia personal, siento como su cuerpo se tensa, pero aun así el corresponde ese abrazo sin soltarse de su muleta, aquel rodeó de sus brazos por mi cintura, es aquel que me hace sentir firme y segura ante cualquier riesgo, el me hacia saber con cualquier acto que no me dejaría caer.

Al separarme de el me niego a darle la cara, saber que la frialdad con la que me abrazo pero aun así me conforto sigue reflejada en su rostro me hace sentir mal e incluso una desgracia.

Por lo que el da media vuelta para entrar en el asiento del copiloto y yo solo lo sigo para que el cuando ya esté sentado en el lugar, yo tome la muleta y la ponga en los asientos traseros.

Subo al asiento del piloto y doy marcha hacia el lugar en el que acordamos almorzar cuando por fin se digno a contestar mis mensajes.

Con el silencio apoderado del auto y la tensión sintiéndose palpable en nuestros cuerpos, decido romper esa pequeña barrera que habíamos creado sin darnos cuenta de lo que habíamos hecho.

—¿Cómo va tu pierna?— le pregunto mirándolo de reojo y evitando su muestra de poco interés en iniciar una charla.

—Mejorando y todo gracias a las terapias.

Primera Vez| Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora