Capítulo 7

61 8 13
                                    

7.

«Había una vez un niño que era feliz.
Todo el mundo le amaba y le colmaba de regalos, porque era un niño amable y risueño. Tenía una familia que le quería, un hogar en el que vivir y amigos con los que divertirse.
Su vida era perfecta. Pero él no.
Había una vez un niño que abrazó la oscuridad que habitaba en su interior.
Y hundió al mundo en las sombras.»

Era la casa más bonita de toda la ciudad, con un majestuoso jardín lleno de hermosas flores, una piscina que poco le tenía que envidiar a las de los hoteles y grandes ventanales que dejaban pasar la luz para que iluminara los lujosos muebles de su interior.

El hogar de los Jeong era una maravilla digna de ver. Yunho siempre había vivido entre lujos y privilegios.

A pesar de que le daban todos los caprichos, él nunca se dejó malcriar como sus hermanos. A los dieciséis años empezó a trabajar a tiempo parcial en una cafetería igual que el resto de sus amigos, a pesar de que no lo necesitaba. Él siempre quiso forjarse su propio futuro al margen del dinero y la influencia de sus padres.

Por eso era el favorito entre sus hermanos, aunque nadie se atreviera a decirlo, era un secreto a voces.

Aquello había provocado roces entre los más jóvenes de la familia Jeong. Existía una envidia insana y un ambiente tóxico que nadie fuera de aquella casa podría imaginar.

Y eso era precisamente lo que motivaba a Yunho.

Detrás del chico perfecto que era amable con todo el mundo, se escondía una bestia hambrienta de odio y dolor. Manipulaba la realidad, utilizaba las apariencias para provocar el caos y el conflicto mientras él se mantenía en el centro como la pobre e inocente víctima que era un ejemplo intachable de altruismo y buena conducta.

Sin embargo, aquella manipulación no era infalible. Muchas personas a lo largo de su vida se habían percatado de que algo realmente retorcido ocurría en la cabeza del joven Jeong. Pero para eso tenía su don.

La habitación de Yunho estaba llena de libros, libros que nadie nunca se paró a leer. Y bien que hacían, pues, si descubrían lo que se escondía en sus páginas, podrían terminar formando parte de su literatura.

Con su pluma favorita y el sabor de la sangre en el paladar, Yunho escribía el nombre de sus víctimas en aquellos libros con un pequeño hormigueo de emoción en el estómago. Mientras estaba en trance, sus ojos se tornaban del color rojo de los rubís y cada letra plasmada sobre el papel se gravaba también dolorosamente en su carne.

Pero, a pesar de lo que uno pudiera pensar, él disfrutaba en sobremanera de aquella tortura, y debía controlarse para no repetirla una y otra vez hasta masacrar a toda la ciudad.

En aquella habitación llena de libros, Yunho salió de la ducha y procedió a vestirse con el uniforme de su exclusivo instituto. Descubriendo su atlético torso, digno de un joven deportista, si te fijabas en el espejo de cuerpo completo que había tras él, verías el reflejo de su espalda totalmente deformada por las cicatrices de los nombres de aquellos con los que sació su sed de sangre.

Jeong Yunho era un monstruo.

Y no temía serlo.

✴️✴️✴️✴️✴️✴️✴️✴️

Parecían un matrimonio llevando a sus hijos de excursión, lo cual habría sido divertido si no fueran dos jóvenes aislados de la sociedad huyendo con dos chicos que eran prácticamente armas de destrucción masiva porque probablemente les estaba persiguiendo un escuadrón de operaciones especiales del ejército.

Aunque por lo demás estaba bien. Hongjoong había puesto música de los noventa, Seonghwa se había tomado una pastilla para no vomitar, ya que el viejo Volkswagen del de cabello blanco no era un vehículo muy estable, y se había quedado dormido. Yeosang miraba por la ventana en silencio, tarareando en voz baja las canciones de la radio, y San se entretenía leyendo los expedientes que llevaban consigo a todas partes.

MONSTERS [ateez; woosan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora