Prólogo

139 16 0
                                    

Prólogo

Kim Hongjoong observó los expedientes de aquellos cinco chicos repartidos por todo su escritorio y suspiró profundamente.
Allí plasmadas, estaban las historias de terribles infancias, sucesos sobrenaturales y personas fallecidas en extrañas circunstancias, siempre cerca de alguno de esos niños.
Parecían simples paranoias, cuentos de brujas para asustar a los más ingenuos. Pero Hongjoong sabía que no era así, algo más grande estaba ocurriendo, algo que nadie alcanzaba a comprender y esos niños eran el epicentro del caos.
¿Por qué le darían a unos simples niños un poder tan inmenso?
Volvió a suspirar, dejando caer su cabeza sobre el viejo escritorio de madera.
Al girarse para mirar aquellos documentos, la última página del expediente de Choi San se cruzó en su campo visual, con el testimonio de una de las monjas que daban clase en su escuela.
«Es un niño muy feliz y alegre, tal vez demasiado. Cada vez que ve cómo la vida abandona el cuerpo de alguien, sus ojos brillan con emoción. Como un lobo observando cómo se desangra su presa»

—Un lobo... —murmuró pensativo.

—Homo homini lupus.

Hongjoong se incorporó de golpe ante la intrusión de aquella voz.

—Seonghwa, te dije que llamaras a la puerta antes de entrar —protestó el más joven llevándose una mano al pecho para calmar su pulso.

El rubio solo le dedicó media sonrisa y se acercó al escritorio para sentarse frente a él. Tomó el expediente de Choi San y leyó el último testimonio con detenimiento.

—Homo homini lupus —repitió dejando la carpeta de nuevo sobre la mesa.

—El hombre es el lobo del hombre, ¿crees que es eso? —cuestionó Hongjoong observando los expedientes frente a él— Me cuesta imaginar a una monja citando a Plauto.

—No tiene por qué hacerlo directamente. Hay que saber leer entre líneas, Kim —Seonghwa miró las carpetas una por una —. Estos niños han causado muchos problemas, problemas que están sacando a la luz la cara más retorcida de nuestra sociedad. Empiezo a preguntarme... Si esto es una prueba.

Hongjoong rió ante las palabras de su compañero.

—¿Una prueba de Dios? —cuestionó escéptico.

—¿Crees en Dios?

—No.

—Entonces no digas estupideces —dijo Seonghwa levantándose—. No lo sabremos hasta que no encontremos a esos niños.

Hongjoong presionó sus labios asintiendo. Llevaba años investigando, muchos meses de hacer preguntas y recibir respuestas a medias o de ser tachado de loco. Iba a llegar hasta el final de aquello costara lo que costara, sin importar si la respuesta que recibiera al final no le agradara.

—Recoge todo esto y baja a cenar, si se enfría la comida no estará buena —pidió Seonghwa saliendo por la puerta.

—Sí, mamá.

—Vuelve a llamarme así y te corto los dedos~ —canturreó el rubio que ya estaba fuera de la vista de Hongjoong.

El chico solo sonrió con cansancio para después recoger los cinco expedientes y guardarlos, con las palabras de su compañero rondando por su cabeza.
Una prueba.
Empezaba a pensar que su conexión con aquellos chicos iba más allá de un simple accidente, tal vez, la muerte había vuelto para cobrarse el precio de su indulto.

MONSTERS [ateez; woosan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora