Capítulo 3

111 14 2
                                    

3.

«Había una vez un niño que nació para destruir todo aquello que se le acercara, condenado a vivir solo eternamente.
"¿Y no se sentía triste?" os preguntaréis.
Efectivamente, era un niño terriblemente triste, tan triste, que prefirió morir antes que vivir de aquella forma.
Pero cuando fue a entregarse a los brazos de la muerte, esta misma le rechazó, ya que incluso la dama de negro temía ser destruida por aquel niño».


Podía ver la silueta de su madre alejándose, abandonándole sin siquiera mirar atrás.
Y aunque era consciente de sus propias acciones, sabía que no era él quien controlaba su cuerpo.

—Mamá —pronunció con voz débil viendo como ella seguía caminando.

Una treintena de soldados estaban apuntando sus armas hacia él pero poco le importaba aquello.

—¡Mamá! —la llamó con más énfasis, volviendo a recibir como respuesta la indiferencia más absoluta.

Así lo volvió a sentir, aquella bestia que habitaba bajo su piel y que hacía hervir su sangre cada vez que perdía un poco el control.

—¡MAMÁ!

Aquel grito desgarró su garganta e hizo que la mujer se parara en seco. Al darse la vuelta, sus ojos no mostraron la más mínima emoción.

—Tú no eres hijo mío —sentenció ella.
Y el mundo de San se derrumbó por completo.

La oscuridad invadió su mente y pudo volver a notar cómo sus ojos se tornaban completamente negros, un aviso de peligro.
Escuchó los rifles de los soldados siendo cargados.

—¡Choi San! ¡Túmbese en el suelo con las manos sobre la nuca! —ordenó uno de ellos.

Pobre iluso.

—¡Choi San!

Él no quería hacer daño.

—¡San!

A veces pierde el control.

—San.

Si tan sólo pudiera ser un chico normal...

—¿San?

Se incorporó bruscamente cuando reconoció la voz de Seonghwa y miró a su alrededor aún con los ojos adormilados.
El coche estaba aparcado en la falda de una colina y Seonghwa le hablaba apoyado en la puerta trasera con expresión preocupada.
Sintió el dedo pulgar del rubio deslizándose por su mejilla y alzó la mirada sorprendido.

—Te quedaste dormido de camino aquí —explicó el mayor con voz serena—, pero ahora estabas llorando. ¿Te encuentras bien?

San sólo le miró estupefacto.
Nadie se había preocupado jamás por él, al menos no de esa forma.

—Hay gente en la casa —habló Hongjoong que se encontraba observando la parcela desde arriba—. Pensaba que había sido abandonada, es muy extraño.

Seonghwa suspiró al notar el temor de Hongjoong. Era posible que se les volviera a escapar una pista.

—Puede que se haya mudado gente nueva, pero tal vez ellos sepan algo sobre la familia Kang —comentó el rubio intentando tranquilizarle.

Hongjoong frunció el ceño con disconformidad pero se limitó a asentir.

—A partir de aquí bajaremos andando.

Seonghwa vio cómo San se bajaba del coche para seguir a Hongjoong.
Miró al chico de arriba abajo. El pijama rasgado por varias partes, las manos destrozadas por las heridas y los pies descalzos completamente cubiertos de sangre.

MONSTERS [ateez; woosan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora