Capítulo 5

62 11 3
                                    

5.

«Había una vez un niño que nació con una sombra pegada a su espalda. Allá a donde fuera, la sombra le seguía y provocaba desgracias a todo aquel que se le acercara.
Había una vez un niño que se quedó solo entre las sombras.
Y nunca supo lo que era amar»

Las sirenas de los coches de policía hacían que sus sentidos despertaran de forma casi sobrenatural.
Corría a toda velocidad calle abajo, esquivando con agilidad a las personas paradas frente a los puestos de comida del mercadillo.
Varios agentes habían bajado de sus vehículos para perseguirle por tierra y Mingi sonrió triunfante.
No sabían dónde se acababan de meter.

Corrió hasta llegar al portal de un edificio abandonado, cruzó la primera planta hasta la puerta trasera y siguió corriendo hasta quedarse a una distancia prudente.
Cuando los policías que le perseguían llegaron a la puerta, la sonrisa de Mingi se volvió retorcida mientras el blanco de sus ojos se tornaba negro.
Un gran estruendo hizo vibrar el lugar y a aquellos hombres no les dio tiempo a correr muy lejos cuando el viejo edificio de les vino encima aplastándolos por completo.
Mingi, habiéndose quedado a la distancia exacta para salir ileso, solo sintió la ráfaga de aire de la onda expansiva que había provocado la caída del bloque.

—Vaya, qué mala suerte —se carcajeó el chico de cabello rubio mientras se acomodaba la bolsa de deporte que llevaba llena de joyas robadas.

✴️✴️✴️✴️✴️✴️✴️✴️

Seonghwa se había levantado temprano para hacer la compra y preparar el desayuno. Aún se hacía algo incómoda la convivencia así que en la casa solía reinar el silencio, sin embargo, parecía que San y Yeosang habían logrado entenderse de alguna forma.

A media mañana decidió darse una ducha y al salir de su habitación se encontró a ambos chicos sentados en la puerta del estudio de Hongjoong.

—¿Qué estáis haciendo? —preguntó el mayor.

Yeosang se giró a mirarle y le hizo una señal para que se acercara mientras San seguía observando por una rendija de la puerta.

—Creo que ha perdido la cabeza —murmuró el de cabello negro.

Seonghwa frunció el ceño y se asomó al estudio.
Hongjoong había vuelto a sacar los expedientes, había movido los muebles y tenía decenas de papeles extendidos por el suelo de la habitación, papeles que observaba sentado encima de su escritorio mientras hablaba solo.

El rubio soltó un suspiro y abrió la puerta de par en par.

—¿Qué demonios haces? —preguntó poniendo los brazos en jarra.

Hongjoong ni se molestó en mirarle.

—Alguen más sabe de su existencia —murmuró el de cabello blanco bajándose del escritorio pisando con sumo cuidado para no dañar ningún papel—. Les están estudiando.

Yeosang y San se miraron, ¿estaba hablando de ellos?
Seonghwa, también pisando con sumo cuidado, se acercó a su compañero y puso una mano sobre su hombro, sacándole de su debate mental.

—San —dijo el de cabello blanco llamando la atención de los dos más jóvenes—, él ha estado siendo estudiado todo este tiempo, que le encerraran en ese sitio no es ninguna casualidad —habló tomando un par de papeles del suelo—. Antes de que todo se torciera, el padre de Yeosang me dijo que los militares fueron a la granja a preguntar por su hijo, pero les dijo que estaba muerto.

MONSTERS [ateez; woosan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora