Capítulo | 35

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P.O.V: Edward Lewis

Me preparo para ir a trabajar luego de tener listo a Justin, aún tengo en mente las palabras y la expresión de Nebraska al mentirme en mi propia cara diciendo la terrible excusa de que esto es mejor para mi, dude tanto su relación con Justin más que la que tenía conmigo y resulta que me equivoqué.

Cuando se abre la puerta de la habitación me giro y noto que se trata de mi madre, pésima opción fue buscarla por un maldito consejo, no me sirve de nada escuchar a Nebraska si sólo miente, ella dijo que cualquier caso se podía rechazar y lo tomaba otra persona ¿Por qué no pudo hacer eso ahora? Porque obviamente se puede divertir con esto y llenarse la boca diciendo cómo actuó tan bien para manipular a todo el mundo.

—Hola —susurra sin cruzar la línea a mi habitación.

—¿Qué haces aquí?

—Fui con ella —me giro rápidamente a verla, antes de protestar vuelve a hablar—. Lo hizo por el bien de tu relación con tu hijo, me explicó todo me enseñó sus archivos, lo hizo en contra de su profesión de su responsabilidad, esa chica corrió todos los riesgos para enseñarme que no hizo nada por hacerte sufrir, lo hace por tu bien y el de Justin, sobrepuso todo por ustedes. Edward, ni yo he hecho eso por ustedes, no sabes lo mal que me hizo sentir que confesara entre lágrimas, esa chica está destruida por mantenerte de pie.

—No la excuses.

—Hijo, está arriesgando todo, su trabajo, la vida que actualmente, sus casos anteriores y sus mismos pacientes —señala sin cruzar nada, está respetando mi espacio aunque no quiera—. Deberías entenderla, tu padre lo hubiera hecho.

—No uses su nombre, no lo hagas —digo de la manera más fría y cruel en la que me he referido.

—Está bien, lo siento —levanta las manos en señal de rendición—. Solo espero que te llegues a dar cuenta y la valores como corresponde. Una nuera así, me haría feliz.

Se va canturreando, pero no puedo pensar en este momento, no puedo. Papá era el bueno y razonable, yo no. Miro a Justin que se mantiene viendo mi celular, está jugando a Angry Birds.

—¿Nana va a venid? —esto era lo que no quería.

—No lo sé, tu sabes que ella trabaja mucho durante las semanas.

—¿Puededs amada?

—No, porque ella está ocupada y nosotros tenemos que ir al trabajo —mira el celular, si supiera que ya bloquee su contacto y trato de olvidarlo.

Sin decir nada, lo tomo en brazos y veo a mi mamá en la sala.

—¿Qué quieres?

—¿El Camaro? —frunzo el ceño confundido—. No lo vi al llegar.

—¿Cómo?

—Pero hay un Porsche —abro la boca y me tiende unas llaves que reconozco—. Viene con un regalo ahí mismo dentro.

—¿Qué hiciste?

—Lo que ella me pidió —da un paso y deja las llaves en el mismo punto donde dejaba las de mi auto—. Te está cuidando aún desde lejos y tú la desprecias.

—¿Qué más te pidió?

—Que no te guardes rencor y que no sufras, que vivas cómo normalmente harías —dice antes de tomar su bolso y su abrigo para salir—. Cuidado al conducir.

—No te entiendo —gruño molesto, pero no hago nada—. Justin vamos.

Ya conoce el auto de Nebraska y sabe que debe usar la silla que ella compró, corre a él y se inclina esperando que abra la puerta. Su ilusión me está causando histeria. Lo monto en el auto y yo voy a conducir, lo veo por el espejo retrovisor y sigue jugando con su celular. En ese momento me entra una llamada de mi querido amigo y abogado.

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