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Meera colgó el teléfono y tomó el impreso amarillo que su secretaria le había dejado sobre la mesa.

—Ishita, ¿Podrías conseguir cuatro entradas para la función del jueves del Lago de los Cisnes en el Forest Park? La secretaria del senador dice que a él le apetece ver ballet al aire libre. Shakti ha llamado para lo de las flores, ¿No? ¿Qué no eran?

—Frescas, supongo —dijo su secretaria—. No ha entrado en detalles. Yo le dije que no podías hablar con él en ese momento sobre la cena porque estabas al teléfono organizando lo siguiente y se limitó a suspirar.

Meera sonrió.

—Ha suspirado mucho últimamente, ¿no? Lo llamaré. Supongo que no debería haberle dado una segunda oportunidad a esa floristería después de la última vez.

—¿Cuándo enviaron ese centro de mesa que hubiera estado mejor en un funeral que en una cena? Incluso las flores pochas son un avance en comparación con eso — dijo Ishita—. También ha preguntado el señor Bakshir si no te podrías pasar por su despacho cuando tengas un minuto, y Katrina Kaif quiere hablar contigo.

Meera ya había tomado de nuevo el teléfono y lo apartó un poco de la oreja.

—¿Qué Katrina «La Magnífica» quiere hablar conmigo? ¿No con el señor Bakshir?

Únicamente cuando vio la sonrisa de su secretaria se dio cuenta de que no solo había imitado el apodo que Ishita le había puesto a esa mujer, sino también su irónico tono de voz.

—Él ha dicho que no le pasen ninguna llamada durante el resto de la tarde. Y ahora que lo pienso, ella ni siquiera ha querido hablar con él, solo contigo. Meera agitó la cabeza. ¿La última y más brillante conquista de Kaali Bakshir queriendo hablar con ella, Meera Dev Malik, su simple ayudante personal?

Le parecía muy raro.

—¿Tienes su número de teléfono?

—No lo necesitas, está en la línea.

—¿Has dejado esperando a Katrina Kaif?

—No ha sido cosa mía exactamente. Le dije que podrías tardar un poco en estar libre, pero insistió en esperar.

—No es una buena señal —dijo ella pulsando el botón correspondiente—. Señorita Kaif, lamento haberla hecho esperar.

—Oh, no te molestes en disculparte, Meera, querida. De todas formas, estoy aquí sentada, haciéndome la manicura mientras esperaba. Una manicura completa.

La indirecta de que la habían hecho esperar demasiado estaba muy clara, pero la mujer continuó.

—Pero no pasa nada. Con respecto a la fiesta de esta noche...

«Ya era hora de que lo preguntaras», pensó Meera. «Sobre todo teniendo en cuenta que eres la anfitriona».

—Espero que los invitados no vayan a ser tan aburridos como los últimos.

Los últimos invitados de Kaali Bakshir habían incluido a un premio Nobel en física y su esposa, también física. A Meera le habían parecido una pareja encantadora, pero evidentemente, Katrina tenía una definición distinta de lo que era interesante.

—Por este largo silencio doy por hecho que son de la misma clase, ¿no? —dijo Katrina—. No, no te molestes en responder. Tampoco en decirme que son excitantes cuando sabes perfectamente que no lo son. Pero, por lo menos, podrías hacerme el favor de convencer a Kaali de que se los lleve a otro sitio que no sea a esa casa abigarrada que tiene. Por lo menos, un cambio de escenario no estaría mal.

Abigarrada no era como ella llamaría a la casa de Kaali Bakshir, pero sabía que no iba a hacerla cambiar de opinión, así que apretó los dientes y guardó silencio.

Una cuestión de negocios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora