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Kaali la abrazó hasta que ella dejó de llorar.

—Lo siento —dijo Meera por fin y trató de sonreír—. Eso ya lo he dicho antes, ¿no? Y luego, no dejo de interferir y esperar más y más de ti...

Él no contestó. En vez de eso, la apartó un poco con las manos en sus hombros y la miró a la cara.

—Entonces, ¿es algo malo?

—Han encontrado un tumor. Lo han llamado un... No recuerdo, un nombre muy largo. Pero podría ser peor y no es maligno, aunque está localizado en la glándula que produce la adrenalina, así que está alterando el equilibrio hormonal de todo su cuerpo y le ha puesto la tensión arterial por las nubes. Ya sabes que, cuando se tiene miedo o se está en situación de riesgo, la adrenalina es la hormona que hace que el cuerpo reaccione, pero eso solo suele durar unos momentos. El caso de mi madre es distinto porque el tumor impide que vuelva a la normalidad, así que está en un estado lamentable, ya que no puede luchar ni hacer nada, ni relajarse.

Kaali se sacó un pañuelo del bolsillo y se lo pasó.

—¿Y si le quitan el tumor se resolverá el problema?

—La van a operar mañana por la mañana. Pero la cosa no es tan simple, Kaali. El médico me lo ha explicado usando términos médicos, pero en lenguaje normal, lo que me ha dicho es que con los niveles hormonales tan altos, solo con anestesiarla pueden hacer que le suba tanto la tensión arterial que le revienten todas las arterias del cuerpo.

Kaali se frotó la nuca.

—Y si no sucede eso, solo con que toquen el tumor mientras tratan de quitárselo, podría producir la misma reacción o todo lo contrario, que le baje tanto la tensión arterial que le produzca un shock. La gente se muere del shock, Kaali.

—Ya lo sé. Mi madre lo hizo.

Meera le puso una mano sobre la de él.

—Lo siento. Estoy actuando como si fuera la única que tuviera problemas.

Él agitó la cabeza.

—Eso fue hace mucho tiempo. Solo significa que sé de primera mano lo serio que puede ser.

Ella le devolvió el pañuelo y añadió:

—Dado que mi madre ha de permanecer todo lo tranquila que sea posible, por temor de que le vaya a dar una embolia o un ataque al corazón antes de que la puedan curar, ni siquiera le han contado todos los peligros que hay. Solo me lo han dicho a mí. Me han contado todo esto y me han sugerido que me vaya a casa y me calme yo también para no asustarla.

—Meera, no pasa nada por tener miedo.

Pero ella no le estaba escuchando.

—No me extraña que le doliera la cabeza. Lo sorprendente es que no le haya dado un ataque al corazón o algo así...

—Meera, para ya. Nada de eso ha sucedido. Los médicos se ocuparán de esto.

—¿Sí? Yo he firmado los papeles, Kaali, he dado permiso para que la operen. Pero si le sucede algo...

Meera se dirigió entonces a la ventana y se quedó mirando al exterior.

—¿Y qué pasaría si no la operan?

Ella no se volvió.

—El ataque al corazón, la embolia o la ceguera. O una combinación de todo eso.

—Entonces no tenías otra alternativa —dijo él con voz firme y curiosamente consoladora. Y también desde muy cerca, ya que ahora estaba justo detrás de ella.

Una cuestión de negocios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora